Ana Torroja, en el banquillo de los acusados. | Joan Torres

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Ana Torroja no ha firmado ningún contrato para actuar desde hace tres años, ni en España ni el extranjero, y su situación económica no es, precisamente, boyante, como consecuencia del calvario judicial que ha vivido en los juzgados de Palma y que finalizó ayer con un pacto de conformidad. «Tenía dificultades para firmar conciertos por el pleito pendiente con Hacienda», explicó ayer el abogado de la cantante Enrique Molina al finalizar el juicio contra su cliente por tres delitos fiscales.

Ana Torroja, pelo muy corto teñido rubio, jersey negro, pantalones grises y botines negros, reflejó en su semblante, algo desmejorado, las horas que esta causa le ha restado a su descanso. A la salida, realizó unas breves declaraciones a los medios de comunicación: «Estoy satisfecha pero no contenta; es la única forma de pasar página y volver mi vida», dijo al abandonar la sede de los juzgados de Vía Alemania.

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En realidad, Ana Torroja ha sido muy poco expresiva en sede judicial. En las dos citaciones anteriores en calidad de imputada, se negó en redondo a declarar en calidad de imputada ante el titular del Juzgado de Instrucción 7 de Palma, Antoni Garcías. Centró todos sus esfuerzos en anular la causa con una amplia gama de argumentos, pero todos fracasaron, entre ellos, un recurso presentado ante el Tribunal Constitucional.

A su llegada a los juzgados, la artista escuchó gritos en su contra como «paga lo que debes», «¿hoy no te puedes levantar?» y referencias a su posible condena a ir a la cárcel: «A la carretera de Sóller». Ella, impasible, sorteó con una media sonrisa a los medios de comunicación y se dirigió al tercer piso de la sede judicial para comparecer, quizás por última vez, ante la jueza y las acusaciones.