Javier Salinas encabeza la procesión hacia la Catedral. | Nuria Rincón

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Numeroso público se dio cita ayer en el patio del Palau Episcopal, donde a las diez de la mañana el obispo de Mallorca, Javier Salinas, comenzó la tradicional bendición de palmas y ramos. Poco después, en comitiva, comenzó la procesión hasta la Catedral, donde Salinas ofició la Misa de la Pasión. Miles de personas asistieron a esta eucaristía, que marcó el inicio litúrgico de la Semana Santa.

Durante la celebración se pudo ver gente de todas las edades: niños, jóvenes, familias y personas mayores. La Catedral estaba llena de residentes y también de turistas, que asistieron a la misa del Domingo de Ramos.

En una mañana primaveral, la comunidad cristiana rememoró la entrada de Jesús en Jerusalén. La pequeña procesión que se celebró entre el Palau Episcopal y la Seu es una de las más antiguas de la tradición cristiana en la Isla y rememora también el Éxodo del pueblo judío; historia que recordó el obispo de Mallorca durante la eucaristía, que se celebró con los ornamentos rojos «en recuerdo de la historia de la pasión de Jesús». Durante la homilía, el obispo recordó la vida de Jesús y apeló a «no responder con violencia a la violencia». Salinas reclamó «un esfuerzo para no instalarse en el conflicto permanente» y aludió a «estos tiempos difíciles» y «los grandes interrogantes» que plantea.

Tiempo de cambios para la Iglesia católica a los que apeló Javier Salinas, con un tono ciertamente vital, como acostumbra.