El alcalde de Palma José Hila. | Pere Bota

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La cúpula del PSIB está de los nervios con Pepe Hila por su pasividad como alcalde de Palma. Cort funciona como un autómata, a golpe de bostezos y rutina, gracias a que cuenta con un impresionante aparato funcionarial, pero sin iniciativas políticas importantes. Pepe será alcalde hasta mediados del año que viene, en que cederá la vara a Antoni Noguera (Més). «En la actualidad está perdiendo un tiempo precioso. Un alcalde ha de ser un motor, una fuente de iniciativas y de impulsos capaz de contagiar no sólo a los concejales de su partido, sino a todo el equipo de gobierno. Un alcalde es energía inteligente. Pero Pepe no se mueve. Se limita a actos protocolarios, a cubrir el expediente y a figurar un poquito sin ofrecer contenido ni ilusión. Todo lo que le rodea se aburre, somnoliento y parado. Es muy preocupante», dicen fuentes socialistas.

Para el PSIB «Palma es fundamental. Es la única manera de frenar la pérdida de voto urbano que hemos experimentado en los últimos tiempos. O Pepe espabila u otros nos pasarán muy por encima, y no será precisamente por la derecha».

Es posible que le llegue pronto a Hila un fino tirón de orejas, una advertencia de que «arree» porque ya le queda menos de año y medio como primera vara y, a este paso, no habrá dejado su impronta ni con realizaciones, ni con el impulso de proyectos que certifiquen sus anhelos como alcalde de Palma.

Se conocen el percal y ya se la ven venir: Pepe no se inmuta. Es frío como un cocodrilo haciendo la siesta. Nunca se sabe si Cort le viene grande o si aún está investigando lo grande que es Cort. Entre la cúpula, y de momento en tono confidencial, se da por seguro que por muchos avisos que le hagan, él seguirá yendo a la suyo sin despeinarse. Cunde el desánimo. Por eso, y aprovechando que ya no será alcalde a partir de mediados del año que viene, ya se habla muy seriamente de ir buscándole sustituto de cara a las próximas municipales, en las que el PSIB se jugará su futuro como partido y como marca.

Agrupación única

Otro campo de batalla socialista que está al llegar es el de poner orden en la estructura organizativa del PSIB-Palma, actualmente dividido en cuatro agrupaciones. En total hay entre 700 y 800 militantes más o menos activos, ¡para un núcleo urbano desarrollado de más de 400.000 habitantes! Salta a la vista que «no podemos continuar así». La jefa del partido en Palma, Aina Calvo, anda despistada, desilusionada, deshinchada y resentida desde que perdió las primarias autonómicas el 2014. «Hay que hacer algo». La solución sería crear una única agrupación, potente, bien estructurada y dotada y con capacidad de acción, y ubicarla en la sede central de la calle Miracle. «Lo que hacemos ahora es permitir que el partido se siga desvaneciendo en la capital, a cuatro patas, y a eso, a la larga, lo acabará pagando el PSIB en todo el Archipiélago».

Hay casos deprimentes. El alquiler de la sede de Llevant, situada en la zona de Reis Catòlics, cuesta 600 euros al mes y desarrolla una actividad muy floja. La de Ponent, cerca de la Policlínica Miramar, y la más numerosa, es en la práctica un cortijo del factótum Ramon Torres y sus cachorros políticos. Funciona como un emirato tanto desde el punto de vista orgánico como ideológico. El bacalao se corta, se cocina y se emplata allí dentro con Torres de jeque, por mucho que diga y repita que ya está jubilado. Las otras dos agrupaciones tienen un peso muy reducido.

Una agrupación única aportaría vida, nervio, actividad, democracia interna, debate innovador, ilusión y presencia activa en Palma. Lo malo es que ni Aina Calvo ni su tropa, entre los que se encuentra el pasivo Pepe Hila, además de Ramón Torres, no están por la labor. Prefieren la política de chiringuitos, dispersa, manejable y que funcione al margen del aparato del PSIB y de su secretaria general, Francina Armengol.

El detonante para intentar reimpusar a los socialistas palmesanos podría ser el «toque» a Hila para que se enchufe las pilas y haga valer su presencia como primera vara de la ciudad. Como a Pepe estas cosas le traen al fresco y no moverá un dedo, a partir de ahí, con tacto, con buenas maneras y sin extridencias ni prisas podría comenzar a ponerse en marcha la Operació Ciutat para poner orden interno y crear un trampolín capaz de conectar con la legión de urbanitas progresistas palmesanos, motor de toda sociedad avanzada y en estos momentos huérfanos de un partido socialista abierto, que recoja sus inquietudes de como debe ser Palma, y que mire al futuro.