Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. | Efe

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Cuidado a jugar con las terceras elecciones. Y eso vale tanto para Rajoy como para Sánchez, cabezas de lista de los dos partidos que en teoría saldrían más beneficiados de unos nuevos comicios. Cuidado porque el personal está muy harto. No hay bar ni lugar público en Mallorca (y en toda España) donde no se haya escuchado ya esta frase: «Como vuelvan a convocar, esta vez no voto». Mucha atención a este posicionamiento porque nos hallamos ante la probabilidad de una gran abstención de castigo, una abstención mucho más activa que incluso depositar la papeleta. Es la bofetada del desprecio, que podría llevar a una crisis institucional mucho más grave que la actual.

Y no está nada claro que Mariano logre formar Gobierno. Tiene mucho más cerca a Ciudadanos, pero Rivera espera a ver qué hará Sánchez para dar el sí definitivo. Y Sánchez se ha enrocado en el no a pesar de las presiones que sufre por parte del parque jurásico de su partido para que deje gobernar a Rajoy. Es casi un callejón sin salida. Y lo puede ser del todo muy pronto porque la correlación de fuerzas es endiablada.

Además, caso de que Rajoy lograse la investidura sería tan por los pelos y en una situación de tantísima debilidad que es más que probable que su Gobierno durase un año como mucho, o menos. Es un impasse escalofriante: los partidos tradicionales, PP y PSOE, son aún muy fuertes, mientras que los emergentes, Podemos y Ciudadanos, ya han entrado en fase de un cierto reflujo. Y así no hay manera: cuando lo viejo reverdece y lo nuevo se marchita, el bloqueo es asfixiante.

¡Y menudo bloqueo! ¡Está rodeado de minas explosivas! Mariano y su PP andan envueltos en escándalos. Se acercan sonados juicios con Bárcenas de por medio y la renovación de personas parece hoy imposible en este partido. Por su parte, en el PSOE aún tienen mucho peso los budas jubilados hace décadas. Son ellos los que impiden que se forme un pacto de izquierdas y han dejado maniatado a Sánchez...que es literalmente imposible que se entienda con Rajoy.

Ante esta tesitura, volver a votar parece la única salida, aún a riesgo de volver locos a millones de ciudadanos.