Alberto Jarabo. | Joan Torres

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El paso de Alberto Jarabo, secretario general de Podemos, por la política debe considerarse como circunstancial y coyuntural. Lo suyo es el arte cinematográfico. La sublimación poética de la lucha por el poder a cualquier precio, sin manías ni puñetas, a la brava y tirando por la calle de en medio. Si algún día se filma «El Padrino, IV Parte», la Jarabo Goldwyn Mayer está llamada a ser la gran productora que eleve el arte cinematográfico al nivel del firmamento y a los personajes del gran Mario Puzo hasta los altares del Séptimo Arte. Les esperan un ramillete de Óscars.

De hecho, a Puzo no se le ocurrió jamás en sus novelas cargarse a una presidenta de Parlamento y, acto seguido, cepillarse a un miembro del tribunal que la laminó porque le pillaron con el carrito del helado en una grabación. Jamás hubiera podido llegar tan lejos con su fuerza creativa. Puzo era imaginación pura, desentrañaba el alma de los seres humanos a partir de su obsesión por dominarse unos a otros. Su personajes centrales, comenzando por el enorme don Vito, eran delicados y hábiles a la hora de liarla parda. Pero Jarabo supera a Puzo. Con creces. Alberto nos ofrecería una cuarta parte estratosférica, descarnada, desliando el nudo de su historia a patadas, a la brava y a grito pelado cual carga Sioux en un western de John Wayne.

Lo de Jarabo es épico. Primero echa a Huertas, Seijas y Bachiller insinuando supuestas irregularidades sin acudir a ningún tribunal y empujando a sus aliados de la izquierda para que apoyen la destitución de la presidenta del Parlament sin que exista acusación formal, ni derecho al habeas corpus, ni intervención de Fiscalía, ni imputación, ni nada. Jarabo intenta que la Cámara que representa la soberanía popular balear legalice una purga interna podemita gestada a base de estalinismo barato y chusco. Si la Cámara destituyese a Huertas sería la primera democrática del planeta que legitimaría una purga interna partidista.

Y para más inri, ahora resulta que Jarabo se ha visto obligado a forzar la dimisión de Joan Canyelles, uno de sus tres miembros del Comité de Garantías, por una grabación en la que el juez interno le dice a una compañera: «Si eres buena niña...», «ahora tienes que mantenerte a una cierta distancia y luego ubicarte bien». ¡Ah Mario Puzo! ¡A ti no se te ocurrió una escena como ésta! ¡Cuántos tiros se habrían ahorrado tus libros si tu mente hubiera ideado tal contundencia!

Naturalmente, Jarabo niega cualquier relación con las virguerías de Canyelles. Pero de la misma manera que se desmarca ahora de este 'juez' con capacidad para cargarse a la presidenta del Parlament, máxima expresión de la soberanía popular balear, en paralelo Jarabo le concede toda la validez del mundo a Canyelles cuando firmó el expediente de expulsión de Xelo. ¡Ah Puzo, Puzo! Tú no le llegas a la suela de los zapatos a la Jarabo Goldwyn Mayer.

Lo malo de este papelón es el ridículo que están haciendo el PSIB y MÉS, con el Consolat de la mar a la cabeza. Ellos han dado validez a las marrullerías de Jarabo a cambio de convertirlo en 'el corderito de Norit' a la hora de votar los Presupuestos autonómicos. Ahora cosechan los resultados de esta volátil chapuza tacticista, huérfana de férrea visión estratégica de la coyuntura. Le regalaron a Jarabo el caramelo de cargarse a Xelo a cambio de un plato de lentejas. Y ahora resulta que las lentejas eran agrias.

Como dice a don Vito el personaje John Fontane en «El Padrino, I Parte»: «el personaje de esta película es igual a mí. Necesito este papel. Sólo tendría que ser yo mismo».