Bartomeu Pont i Parera, franciscano TOR, en una imagen de archivo. | Amalia Estabén

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El padre Bartomeu Pont i Parera, franciscano TOR (Tercera Orden Regular) y director del colegio Sant Francesc de Palma, ha fallecido este pasado martes por la noche de forma repentina a los 56 años.

Pont era director del centro docente desde 2001 y llevaba 33 años de vida consagrada como religioso y 27 de ministerio sacerdotal. Trabajó toda la vida en los campos educativo y pastoral.

Natural de Manacor, cursó numerosos estudios: licenciado en Teología Catequética, diplomado en Lengua Catalana y Francesa, máster en Psicología Humanística y Psicología de la Educación, y auxiliar de Enfermería. En 2005 fue elegido ministro provincial (superior mayor) de la Tercera Orden Regular (TOR), siendo reelegido en 2009. Tuvo que dimitir de dicho cargo en 2012 por problemas de salud, aunque continuó como director del colegio y profesor de Gramática, y hace un año fue elegido consejero del Capítulo Provincial. También en 2016 fue nombrado delegado diocesano de Vida Consagrada por el obispo Xavier Salinas. Últimamente estaba delicado de salud, pero sin sufrir una enfermedad específica.

Antes de ser destinado a Sant Francesc, trabajó durante 13 años en el colegio Raimundo Lulio, de Madrid, donde fue director técnico de Educación Infantil y Primaria.

Empezó el noviciado en el Santuari de Cura, donde permaneció durante un año. Allí emitió los votos temporales en 1984 y los solemnes en Madrid en 1989.

En este contexto, el presidente de Escola Catòlica de les Illes Balears, Bernat Alemany, en su nombre y en el de la entidad expresó su pesar por el fallecimiento de Bartomeu Pont, quien era miembro de la junta directiva. Según un comunicado de Escola Catòlica, «todos nuestros integrantes se han mostrado consternados por esta gran pérdida y la partida antes de hora de fra Bartomeu».

La comunidad franciscana está desolada por su repentino fallecimiento y señala que es una gran perdida tanto humana como intelectual.

Algunos de los que lo conocieron destacan su sonrisa permanente y la gran sintonía que tenía con los niños.