Imagen de archivo de Juan Pedro Yllanes. | Pere Bota

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Rajoy ha conseguido superar las enmiendas a la totalidad y se prepara para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado de este 2017 gracias al apoyo de los cinco diputados del PNV. El mantenerse en el poder, aunque sea con la punta de los dedos, le sale a mariano por uno ojo de la cara. Los vascos, que disfrutan de un suculento concierto económico, le han arañado encima 4.000 millones de euros entre ajustes de compromisos anteriores, cupos e inversiones estatales en Euskadi. ¡Cuatro mil millones! ¡Ochocientos millones por diputado! Si encima tenemos en cuenta que estos peneuvistas parecen bien cebados y les suponemos un peso medio de ochenta kilos por cabeza, el resultado es que a Rajoy el apoyo del PNV le sale a diez millones el kilo de diputado vasco. Todo un récord...y toda una vergüenza para los parlamentarios baleares.

Porque vamos a ver: ¿Cuánto dinero ha rascado la pepera Teresa Palmer? Cero patatero. Calladita y a las órdenes. Ni las peladuras de las patatas se traerá. ¿Cuánto el socialista Pere Joan Pons? Éste al menos se esfuerza y presenta enmiendas y busca apoyos para rascar unas perras gordas. Pero al final no llegará ni a una cajita de pastillas Juanola y una palmadita en la espalda. ¿Y qué decir del superjuez podemita Yllanes? ¿Qué ha logrado don Juan Pedro para Balears? ¿Qué iniciativas ha presentado en la Carrera de San Jerónimo en defensa de la comunidad que le hizo diputado? Las únicas hazañas que se le conocen han sido conspirar junto a Errejón para hacerle la cama a Pablo Iglesias. Y encima disparó con la escopeta vacía. ¿Y por Balears? ¿Cuando se ha partido la cara por la gente del Archipiélago?

Vivimos en una democracia extraña. Nadie puede exigir responsabilidades -no hay ley que lo contemple- a los que se van a Madrid en nombre del pueblo y se dedican allí a templar gaitas y tocar el violón. No tienen ninguna obligación de justificar sus actos ni de dar explicaciones sobre lo que no hacen, ni piensan hacer jamás y ni siquiera se proponen. Si a Rajoy los cinco diputados vascos le salen a diez millones el kilo, ¿a cuántos millones les sale a los baleares el kilo de Palmer, Pons, Yllanes y demás parlamentarios? Nos salen a precio de canario joven porque no consiguen nada. Ni se lo plantean, ni nadie se lo exige.

Cinco diputados vascos se llevan para su tierra de una tajada ¡el doble! de lo que expolia Madrid al Archipiélago en un año. De aquí se van, ejercicio tras ejercicio, dos mil millones que no regresan jamás. Sólo de Son Sant Joan volarán este año 200 millones. Y lo que ya sería la repera es que parte de este dinero se dedique a hermosear el aeropuerto de Bilbao.

Y es que en Madrid a la hora del cinismo son únicos. Están peleados con los catalanes y les echan la Fiscalía encima. Pero ahora, después de cuarenta años de cirio y desastres en Euskadi, inundan a los vascos con dinero y con ventajas fiscales que ni habría soñado el Rey Salomón para sus dominios. Les riegan a euros porque necesitan sus votos y para tenerlos contentos. Mientras tanto, en aquí Son Dureta se cae a cachos porque no hay ni permiso de Madrid ni dinero para rehabilitarlo como centro sociosanitario. Se admiten apuestas sobre si antes se caerá Son Dureta o el edifico de Gesa. Tampoco hay dinero para levantar el boulevard del Passeig Marítim mientras el casco antiguo se satura de cruceristas....La lista de impotencias por falta de dinero (porque se va y no vuelve) es interminable.

Pero como a los balears nos tienen por gente sumisa, por calzonazos...ancha es Castilla. Rascan y se llevan todo lo que pueden. Para Madrid, el kilo de diputado balear es el más barato del planeta. Les sale a precio de saldo, a tarifa de carne de gato. El ministro Montoro dice que en España se han acabado las borracheras con el gasto público. Será así, pero bien que Madrid abre las arcas y se lleva al Paseo de la Castellana un buen pico de los beneficios de los borrachos de Punta Ballena. ¿Y qué hacen Teresa y Juan Pedro cuando el dinero y el sudor balear desembocan en el Manzanares? Callar, como buenos abstemios al servicio del centralismo más descarnado. Rajoy ya va bien servido con el kilo vasco.