El expresidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont. | Ricardo Ramirez

TW
8

Carles Puigdemont se encontró a sus anchas en la Universidad de Copenhague. Tanto que llegó a afirmar que Cataluña aspira a ser la Dinamarca del sur de Europa. Se trata de un discurso que no es nuevo, pero que fue efectivo en su momento, hace 90 años. En 1927 Francesc Macià se enfrentaba en París a un juicio de extradición. El general Primo de Rivera y su directorio reclamaban a las autoridades galas que fuese puesto en la frontera española, donde iba a ser detenido y encarcelado. Macià había organizado un grupo armado en Francia dispuesto a cruzar los Pirineos e iniciar la 'liberación' de Cataluña. Fue un fracaso, pero el juicio le salió bien a Macià, quien defendió ante los jueces de París el derecho catalán a «formar un Estado propio». De hecho, Macià proclamó que, si se lograba, «Cataluña será la nueva Bélgica del sur de los Pirineos». Aquel argumento hizo gracia a los magistrados franceses, que denegaron la extradición. Pocos años más tarde Macià volvía del exilio, fue proclamado president de la Generalitat con el advenimiento de la Segunda República española y anunció la creación de «la república catalana dentro del Estado español», que poco después se convertiría en la Generalitat.

La situación actual es muy diferente a la de entonces y de ninguna de las maneras extrapolable. Por entonces Francia era una democracia recelosa del auge del fascismo en Italia, donde mandaba Mussolini, y de la 'dictablanda' de Primo de Rivera en España. A su vez, mantenía unas excelentes relaciones con Bélgica. Por eso Macià no fue extraditado. Ahora Puigdemont intenta repetir la jugada. Lógicamente no puede comparar a Cataluña con la actual Bélgica, ni decir que montará una «Bélgica del sur de los Pirineos» si logra la independencia, porque ahora Bruselas es la capital de Europa, allí están presentes todas las instituciones continentales, y la comparación sería un error. Pero Dinamarca es otra cosa. Es un Estado pequeño, próspero y profundamente social al que las grandes naciones continentales a menudo no le conceden ni peso ni capacidad de influencia. El 'piropo' de Puigdemont está, por tanto, pesado y medido para intentar que cale en la sociedad danesa, sobre todo entre sus élites políticas, intelectuales e incluso económicas.

Es muy probable que su oferta no obtenga ningún éxito práctico, pero al menos habrá logrado hacerse notar y que el 'asunto catalán' no decaiga entre los medios de comunicación continentales. Puigdemont necesita imperiosamente notoriedad porque muy pronto el Parlament catalán podría entrar en el terreno del absurdo al proclamarle president a sabiendas de que es imposible que pueda volver. Macià regresó cuando se hundieron Primo de Rivera y luego la monarquía de Alfonso XIII. Y la Unión Europea no existía. Es más, las heridas mal cerradas tras la Primera Guerra Mundial volvían a supurar pus y a abrirse dolorosa y lentamente. Ahora la coyuntura es distinta. La UE no quiere tensiones independentistas, comenzando por el eje franco-alemán, que es quién manda.

¿Sabe eso Puigdemont? Es evidente que sí. Lo tiene todo pensado y medido. Lo que busca en realidad es que Europa fuerce a Rajoy al diálogo y hallar así una solución negociada. Esa es la clave y el auténtico contenido del mensaje de Puigdemonmt en Dinamarca. La única arma que le queda al expresident de la Generalitat es que Merkel y Macron, empujados por los Estados pequeños europeos, obliguen a Rajoy a sentarse. Esa es también la diferencia con Macià, el cual tenía delante a un dictador como Primo de Rivera, condenado tarde o temprano a desmoronarse, mientras que Rajoy es un presidente democrático elegido por el pueblo. ¿Pero hay alguien en Europa capaz de sentar en una mesa con Puigdemont o sus representantes al tozudo Rajoy tal y como se sentaron en 1931 los presidentes Alcalá Zamora y Macià? Tal posibilidad no existe en 2018. Mientras, el conflicto catalán, cada vez más judicializado, se complica, se lía y se internacionaliza cada vez más.