Àlex Volney, propietario de Llibres Ramon Llull. A su espalda, una calle prácticamente vacía que se peatonalizó en el año 1986. | Mónica González

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La que fuera un día una de las calles comerciales con más vida de Palma, con cerca de 30 joyerías y negocios de corte y confección, hoy es una vía por la que apenas pasa nadie y los que menos, los residentes. Solo quedan tres joyerías y un par de negocios más en manos de mallorquines. El resto son locales cerrados, por los alquileres excesivos que se piden, muchos de ellos vendidos a extranjeros, y negocios dirigidos al turismo que abren de forma irregular. Esta es la radiografía de la calle de l?Argenteria (antes Platería). El por qué lo explican algunos de sus comerciantes y vecinos.

Alex Volney, propietario de Llibres Ramon Llull, es el actual presidente de los comerciantes de la calle. Lamenta que «las medidas de tráfico que ha tomado Cort nos han condenado», en especial, recuerda, «el cierre de la calle Antoni Maura, solo una semana antes de la inauguración del Fan Mallorca, mucha gente por aquí piensa que no es casualidad». «Los alquileres suben y las cajas bajan, ese es el resumen». Y, añade, «el día 5 de enero, el día más fuerte del año comercialmente hablando, te cortan el tránsito, ¿qué comercio puede aguantar eso?». Volney explica que «a Noguera le hemos hecho algunas propuestas, porque Hila se ha reído de nosotros, como poner lanzaderas desde los barrios hasta Cort y un paso de peatones de la calle Sindicat a esta calle».

Elena Nikolaeva, nacida en Siberia, regenta desde hace nueve años la tienda Stíl, y también opina que «la situación de la calle es cada año más deprimente, cada vez cierran más negocios, se van las tiendas antiguas y las que se quedan no se abren y y vamos a peor». Añade que debido a las grandes superficies y al alto precio de los alquileres de los locales (a partir de los 1.500 euros) «la calle se está muriendo cada día un poco más». Al igual que otros comerciantes considera que la política circulatoria de Cort les ha perjudicado. «Antes ?recuerda? la gente podía dejar el coche 5 o 10 minutos por la zona de Sant Francesc y ahora ya no, o podían entrar sin los acires o el cierre de Antoni Maura». La falta de limpieza y de seguridad también preocupa a los comerciantes, que exigen presencia policial a la hora del cierre.

Otro de los comerciantes que también va el futuro de la calle oscuro es Armando Ordinas, que lleva cinco años al frente de Paper i Plom. «Predominan los negocios enfocados al turismo, otros cambian continuamente y se va perdiendo día a día la esencia de esta calle», lamenta. En su opinión uno de los principales factores del declive es que «la gente mallorquina ha dejado de pasar por esta calle. No pasan porque la verdad es que la calle está bastante abandonada». Añade que «todo lo que va haciendo el Ajuntament nos perjudica, antes yo podía venir aquí por la noche y descargar un coche lleno de libros, hoy día no puedo ni pasar porque no tengo Acire». Considera que «Hila nos engañó diciendo que nos pondría un paso de peatones desde Sindicat para que la gente entrara pero no lo hizo». También opina que «los alquileres son de locura».

Mercedes Fuster, dueña de una de las tres joyerías que quedan en la calle, culpa del declive al precio de los alquileres de los locales, «solo quedamos los propietarios», y al Ajuntament «que ha quitado el tránsito, la gente no puede venir hasta aquí».

Arturo Segura, vecino de la calle, ve en el cambio generacional, en la manera de comprar y de negociar la raíz del problema. «Muchos locales y edificios de la calle están siendo comprados por extranjeros, sobre todo alemanes». Asegura que «hay otras políticas europeas en las que han decidido proteger los cascos antiguos y a los pequeños autónomos, pero aquí no ha sido así. Una cosa es lo que dicen los políticos y otra lo que hacen».