Caos en la oficina de Vueling en el aeropuerto de Fiumicino.

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«Habíamos pasado unos días fantásticos en Nápoles y Campania. Al tener que volver, Vueling nos hizo la vida imposible durante 35 horas». Así empieza el relato Pere Bueno en redes sociales de un viaje de regreso que se tornó «pesadilla».

Explica que el 7 de abril llegaron al aeropuerto a las 17:00 (el vuelo directo Fiumicino-Palma era a las 18:55) y, desde el mostrador de facturación, los mandaron a la oficina de Vueling en Fiumicino para que les dieran las oportunas explicaciones de lo que pasaba con su vuelo. «Me sitúo el primero de la fila y la persona que me despacha me dice que vamos a recibir la información sobre las modificaciones de nuestro vuelo mediante el correo electrónico o la aplicación de Vueling».

La aplicación de Vueling «en ningún momento da información real», relata Bueno. Por Twitter, la cuenta oficial de Vueling «nos dice que la información nos la tiene que dar el personal de tierra de Vueling en Fiumicino». A las 19.00 horas, volvieron a la cola del mostrador de la oficina de Vueling, «el caos ya ha comenzado. No hay nadie organizando la fila. En ningún momento se ofrece un trato respetuoso a las familias con niños, a las personas mayores o las personas con discapacidad. Actuando como portavoz de nuestro grupo, formado por 4 adultos y 6 niños, desde el primer momento he pedido que tuvieran en cuenta esta circunstancia: llevábamos un niño de 5 meses, un niño de 5 años, dos de 7 y dos de 9». A las 20.00 horas, «se empieza a esparcir el rumor» de que el bar de la primera planta del aeropuerto está ofreciendo cena a los pasajeros de Vueling afectados por vuelos cancelados. «Atrapados por el hambre que tenían las criaturas, nos desplazamos. Cuando volvemos a la fila, media hora después, descubrimos que hay gente a la que ya le han cambiado los vuelos».

El afectado indica que siguen haciendo cola y a las 22:31 reciben un correo electrónico de Vueling en el que informan que les han cambiado el vuelo, «pero el enlace que facilita el mensaje electrónico no funciona. Al cabo de unos minutos, es nuestro turno, y la persona que nos atiende nos informa de la modificación: Tendremos 35 horas de retraso y hacer noche en Roma (no saben a qué hotel ni cómo nos transportarán). Haremos escala en Barcelona, donde también tendremos que pasar una noche, previa al vuelo en Palma (que parte a las 7:00 del día 9 y que nos obligará a despertarnos a las 4:30 de la mañana). Como es obvio, tampoco saben nada de donde pasaremos la noche en Barcelona. Nos envían al mostrador de facturación».

Una vez consiguen las tarjetas de embarque en mano, alguien de Vueling les indica que esperen que llegue un autobús para llevarlos a un hotel, «del que en ningún momento se nos informa cuál es». Les informan que tendrán transfers, habitaciones y pensión completa durante todo el retraso. «Remarcamos que no queremos volver a sufrir esta situación. Que se pongan en contacto con la oficina de Vueling en Barcelona porque la noche siguiente todo sea más fluido. Aseguran que lo harán. Incluso, cuando preguntamos si habrá servicio de picnic de desayuno para la gente que quiera pasar al día siguiente en Roma, nos lo confirman».

Tras esta explicación Bueno cuenta que «a las 23:20 es cuando se produce el gran caos. Se acerca el autobús y las dos personas de Vueling presentes no organizan para nada la manera de acceder. Empujones, gente que introduce los equipajes en la bodega para garantizarse lugar dentro, criaturas atrapadas en las escaleras del bus: dantesco. Una vez más, ninguna consideración para las personas discapacitadas, las personas mayores o los niños. No podemos tomar el primer bus, que es ocupado por el contingente de gente con más fuerza física y más poca consideración».

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A las 23:50 llega el bus que los transporta al Holidays Inn de Fiumicino. Al llegar al hotel sufren «una cola insólita para el check in» y, finalmente, entran en la habitación. Los diez integrantes de la expedición logran tumbarse en la cama a las 00:30. «Vueling sabía que el vuelo había sido cancelado desde las 17 horas».

La mañana del 8 de abril, una vez hecho el desayuno, el hotel les da la información de transporte para pasar el día en Roma. Al pedir el picnic para llevar, se lo deniegan: «No está pactado con Vueling. Vueling nos había dicho que sí». Tiempo después un bus les conduce al aeropuerto de Fiumicino, «donde el caos vuelve a ser considerable». Piden al personal de Vueling que se pongan en contacto con Vueling Barcelona para que empiecen a tramitar el hotel. «Volvemos a remarcar el trance que están pasando nuestras criaturas. Dicen que lo hacen. Pedimos como lo podemos hacer para cenar. Nos dicen que han gestionado comidas pero que no saben para qué restaurante. No nos dan ningún tipo de cena».

Se ponen en contacto con el perfil oficial de Twitter de Vueling para recordarles que avancen la reserva en el hotel de Barcelona, conscientes de que deberíamos despertar a las 4:30 de la mañana. «Sólo la cortesía del jefe de cabina nos proporciona 3 bolsas pequeñísimas de patatas chips, 2 refrescos, 2 botellas pequeñas de agua y 3 golosinas de chocolate: para diez personas, en un grupo con seis criaturas».

El vuelo Fiumicino-Barcelona parte aproximadamente de hora. Llegados a Barcelona, les han extraviado «una maleta llena de embutidos de la región de Campania y tres elevadores infantiles para el coche. Tramitan la reclamación pertinente. Vueling nos proporciona tickets canjeables para el establecimiento Jamaica, de la compañía Pans & Company, que, en aquella hora, no dispone de nada para cenar». A las 23:30, el personal de tierra de Barcelona les informa que a las 00:00 partirá un bus que les conducirá al hotel Juan Carlos I. Cuando se interesan por el transfer que necesitan para la mañana siguiente, les dicen que se cuida el hotel mismo, que no se preocupen. «Les remarcamos que hay que tener en cuenta que necesitamos partir a las 5:00 de la mañana y que en nuestro grupo viajan 6 criaturas».

Cuando llegan al hotel, «el check in se convierte en una nueva tortura». Una hora de cola y les piden cien euros de depósito para poder ocupar la habitación. «De nuevo, ninguna prioridad ni para las personas mayores ni para las personas con discapacidad ni para los niños». A las 01:45 están en la habitación con las maletas, «sin ninguna información sobre el transfer de la mañana: en el hotel no saben nada. Tenemos que despertar a las 4:30 y no tenemos ninguna información sobre cómo llegaremos al aeropuerto».

Finalmente, el día 9 de abril a las 05:10 todavía no hay ningún autobús al hotel. Cogen tres taxis y sin ninguna posibilidad de hacer desayuno. «Uno de los niños está tan cansado que vomita en el taxi y el taxista no nos deja bajar del taxi si no le pagamos 50 euros extra en concepto de limpieza, de los que no nos quiere expedir ningún ticket». Bueno termina con un irónico «!Gracias, Vueling!», tras relatar un auténtico viaje de pesadilla.