El jefe del laboratorio de Microbiología, Antoni Oliver, sujeta una muestra de bacterias junto a Xavier Mulet. | Pere Bota

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A día de hoy, se estima que cada año mueren 35.000 personas en Europa por la resistencia a los antibióticos. Es más, si se extrapolan los resultados de un estudio nacional de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciones y Microbiología Clínica, las 35.000 muertes anuales pueden situarse sólo en España. En caso de no poder remedio, se cree que para 2050 será más mortal que el cáncer.

Más allá del Servicio de Microbiología de Son Espases, el doctor Antonio Oliver lidera el grupo de investigación de Resistencia Antibiótica de las Infecciones Bacterianas centrado en el que, hasta la llegada del coronavirus, se consideraba como el principal problema de salud a medio y largo plazo para la humanidad.

Se las conoce como superbacterias y son capaces de resistir a los antibióticos imprescindibles en evitar infecciones por ejemplo en cualquier cirugía. «Sin ellos sería inviable hacer transplantes, morirían todos los pacientes trasplantados son imprescindibles para la vida tal y como la conocemos», asegura Oliver.

Desde Son Espases se investiga el diagnóstico y la contención. «Gran parte de nuestro trabajo consiste en detectar las resistencias con dos objetivos: ver con qué trataríamos al paciente y saber si hay que aislarle o no», incide sobre la importancia de que no se transmita a más personas.

En este sentido los planes de vigilancia dentro del hospital son esenciales pues es donde más diseminación puede haber. Sin embargo el doctor Antonio Oliver advierte de la importancia de que «todo el mundo esté concienciado, no nos tenemos que automedicar y hay que tomar antibióticos durante el tiempo que toca». Por otra parte se hace un llamamiento a los sanitarios para que «receten sólo cuando toca, y no más».
«Si tomas mal el antibiótico tus bacterias se vuelven resistentes pero el problema no solo es tuyo, la resistencia se transmite a otras personas», de ahí la preocupación sanitaria a nivel mundial.

La industria farmacéutica, en este caso, no ayuda porque para ellos investigar nuevos antibióticos «no es un negocio rentable», por este motivo se han hecho necesarias las colaboraciones público-privadas.