Lo ha explicado a Efe Isabel Vidal, propietaria y directora del hotel Plaza Son Rigo de la Playa de Palma, que cerró este jueves, tres semanas después de abrir tras la clausura invernal con la vista puesta en una prometedora Semana Santa.
Tenía abierto uno de los tres bloques del hotel y todo listo para ir poniendo en marcha paulatinamente los otros dos. Alojaba a unos 60 clientes cuando se decretó el estado de alarma, que imponía a todos el confinamiento en sus habitaciones salvo para las comidas o para salir a por algún alimento o por razones sanitarias.
«Desde el sábado, a medida que iban pasando por la recepción y cuando estaban en el comedor para desayunar, comer y cenar les informábamos», explica la hotelera respecto al trato con los clientes.
En su caso, ninguno se resistió a marcharse, aunque ha oído que en algún hotel ha habido huéspedes que eran reacios a volver a sus países.
Al contrario, el personal de su hotel, relata, ha ayudado a los clientes a gestionar los cambios en sus vuelos para que pudieran regresar a casa, tanto a los que habían contratado sus vacaciones con un turoperador como a los que viajaban por libre.
«Les hemos ayudado a encontrar un vuelo lo antes posible», aunque muchos se han topado con dificultades por los continuos cambios de programación, las cancelaciones, la escasez de vuelos y los elevados precios que aplican las compañías a reservas de ultima hora, detalla Vidal.
La empresaria asegura que la suspensión acelerada y forzosa de la actividad del hotel la ha gestionado «como un cierre temporal de final de temporada», lo que suele ocurrir en octubre o noviembre.
El establecimiento ha quedado clausurado, con todo recogido en los espacios exteriores e interiores, preparado para un nuevo comienzo del que prefiere no aventurar fechas. «Evidentemente tenemos ganas de que sea en el tiempo más corto posible. Lo antes que se pueda. Estaremos preparados para abrir», subraya.
A pesar de la sensación de irrealidad, de la «increíble» velocidad a la que se han precipitado los acontecimientos desde el pasado fin de semana, Vidal, que preside la Asociación Hotelera de la Playa de Palma, es optimista respecto al futuro: «Somos una industria que se adapta», afirma.
Aún no tiene decidida que figura legal empleará para suspender los contratos de sus trabajadores mientras dure esta situación, pero asegura que ha encontrado por su parte «una comprensión generalizada». «Es un sentimiento de que realmente no tenemos control sobre lo que está sucediendo y, por tanto, hay mucha comprensión al respecto», incide.
Los hoteleros de la Playa de Palma, donde habían abierto 58 de los aproximadamente 130 hoteles existentes, prevén que el cierre total se complete a principios de la próxima semana y calculan que este sábado apenas quedarán ya unos 300 turistas pendientes de un vuelos de vuelta a sus hogares.
3 comentarios
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Es verdad, tanto control de coches para que la gente no se desplace y resulta que se marchan con maletas en autobuses o trenes, estas personas no tienen cabeza ni consideración por los demás.
Ni con esta pandemia tienen miedo! Que necesita la humanidad para tenerlo? El diluvio? Nada, lo único que esperan es poder venir al bar de Europa a emborracharse y desmadrarse!
Pero qué hace esta gente todavía aquí? Llevamos 6 días confinados en casa que no van a valer para nada!!! Yo trabajo en el aeropuerto y la estampa de hoy era penosa, autobuses y autobuses con ancianos paseando y contagiando contagiándose por toda la terminal.....oh muy good!