Su primera infancia la pasó internado en una clínica por las complicaciones de salud que tuvo al nacer; al proclamarse la II República, su familia se exilió en la estilosa Biarritz –donde seguramente se impregnó de esa elegancia y saber estar que le caracterizaron siempre–, y cuando estalló la Guerra Civil formó parte de un pelotón de fusilamiento con solo dieciséis años.
Sin embargo, José Luis de Vilallonga pasó al imaginario popular como un caballero de la jet set, un auténtico bon vivant, que pasó muchos años en Andratx, donde murió en el verano de 2007 a los ochenta y siete años. Tras de sí dejaba una estela de elegancia, de amores y amoríos, de relaciones con algunas de las personas más famosas que ha dado el siglo XX y un aura de fantasía que hacía de su vida casi una leyenda.
José Luis de Vilallonga habría cumplido cien años este 2020. Interpretó papeles secundarios en setenta películas, algunas míticas como Desayuno con diamantes, a las órdenes de directores como Louis Malle, Federico Fellini, Blake Edwards o José Luis García Berlanga.
Llegó a tener cuatro casas, en sitios tan chic como Montecarlo, París, Madrid y Palma. Se casó cuatro veces. La primera, con una aristócrata inglesa que le dio dos hijos con los que se llevaba mal, y la última, a los ochenta años, con la escritora Begoña Aranguren, casi treinta años más joven. Entre medias tuvo un matrimonio relámpago con Ursula Dietrich; una sonada historia de amor con la actriz francesa Michèlle Girardon, que se suicidó a los 37 años cuando él se casó con la que fue la mujer de su vida, Silianne Stella Morell, que cuidó de él hasta su muerte.
Pero no eran flores todo lo que recibió. Su carácter y su personalidad le brindaron también sonoras enemistades, algunas entre las personas más cercanas. El retrato que de él hacía su hijo mayor, John de Vilallonga y Scott-Ellis, hablaba de un hombre «egocéntrico, narcisista, alcohólico y mentiroso», mientras su última mujer le describió en términos parecidos en los dos libros que le dedicó, donde le atribuye defectos como la misoginia y la tacañería.
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