Carles Francino. | CADENA SER

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Carles Francino (Barcelona, 1958) es uno de los presentadores radiofónicos más consolidados de nuestro país. Desde 2012 dirige el programa ‘La Ventana', de la Cadena SER, líder en audiencia. Con motivo del recorrido SER por España, que transporta los programas de referencia por distintas ciudades españolas, el periodista catalán estará este viernes, día 2 de octubre, en el Palacio de Congresos, para emitir su programa de 16.00 a 20.00 horas con el objetivo de conocer de primera mano la situación de Baleares.

¿Qué temas autonómicos se abordarán en directo desde Mallorca?
— Haremos un debate muy distinto al que hicimos hace tres años aquí. La gran pregunta será si el turismo se puede morir de inanición. En particular, si Mallorca puede sobrevivir en el futuro sin el aluvión de turistas extranjeros. Además contaremos con la presencia de la presidenta del Consell de Mallorca, Catalina Cladera, y el vicedecano de la facultad de Turismo de la UIB, Tolo Deià. También saldremos a la calle para reportajear cómo está Magaluf y acudiremos a un hotel de Peguera que ha alojado a personas con COVID. Adenás llamaremos a Fernando Simón por la campaña que ha tenido el programa de Callejas en Balears.

Con toda esta rebeldía política, me gustaría saber qué ve usted desde su ventana.
— Yo veo un país al borde del confrontamiento civil. Hablo de confrontación porque, viendo por ejemplo el último debate en Estados Unidos (entre Donald Trump y Joe Biden), me pregunto si queremos realmente eso aquí. Cuando me asomo por la ventana, también veo que nuestro país va perdiendo reputación y autoestima. Y es una pena porque durante esta crisis del coronavirus ha habido mucho músculo vital y una potente solidaridad para tirar hacia adelante, pero no ha ido acompañado de un discurso institucional de liderazgo. La política circula por otra carretera.

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Una se cuestiona si son los políticos quienes tienen que aprender de los ciudadanos.
— Siempre he pensado que la política está para resolver los problemas de los ciudadanos, no para crear odio. Y hace tiempo que hay problemas que no están sobre la mesa.

¿Cree que se ha mantenido el papel de los medios de comunicación durante la pandemia?
— Creo que durante los meses más duros del confinamiento ha habido un trabajo de acompañamiento que se ha hecho francamente bien. En el caso de la SER, hemos intentado informar con la gravedad necesaria pero saliendo del bucle perverso. Porque de la COVID saldremos, no sé cómo, pero como esta mierda que viene de arriba lo impregne todo, costará limpiarlo. Los medios, hoy más que nunca, tenemos un papel no solo de acompañamiento, sino de responsabilidad.

¿Qué cambios ha percibido en su forma de comunicar en esta crisis?
— Que de un día para otro lo de estar en la redacción con gente, hablando, discutiendo... todo eso se convierte en un páramo. Ha sido un golpetazo. Pero al final, con el teletrabajo, hemos hecho una forma de comunicar, más fría y con algunos problemas, pero sin que el oyente note la diferencia.

¿Ha tenido miedo o excitación periodística, a la hora de informar?
— Yo he sentido responsabilidad. Somos más útiles que nunca y a veces veo que los medios abusan del uso apocalíptico y de que esto es un drama. Sí, pero no se debería enfatizar.