Beatriz, Stefania, Malén y David tienen en común que han pasado o pasan un duelo gestacional. | Pilar Pellicer

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Unas huellas diminutas de un bebé y una estrella muy brillante sobresalen de los brazos de David Fernández, de casi 41 años, y Malén Gomila, de 39. Son dibujos juntos, en blanco y negro, que representan dos recuerdos dolorosos. Cuando ella estaba de doce semanas de embarazo, la ecografía mostraba un cuerpo sin vida. Los médicos les informaron de que el corazón del feto no latía desde la semana nueve.

Malén y David tienen una triple historia. Después de este episodio dieron a luz a Emma, que hoy tiene tres años y medio. Ellos dicen que ella «ha sido un milagro». A Malén le diagnosticaron una doble mutación que manifestaba trombosis. «Por mi problema, nos dijeron que era imposible que hubiera nacido». Esto se lo comunicaron hace unos cuantos meses cuando estaban de dos meses de su nuevo embarazo. Aunque la mujer empezó un tratamiento para evitar cualquier complicación, la muerte volvió a imponerse sobre la vida. Un trombo se originó en el cordón umbilical de Ona y Ona falleció en la semana 37 de gestación.

Esta es una historia de vida y de superación. De cómo la muerte forma parte de la vida de cuatro personas y de una vida arrastrada por el dolor. Es la parte más oscura de la maternidad: perder al bebé en gestación.

La noticia

Era 27 de noviembre de 2018. A Stefania Bucci no le sonó su alarma biológica, su futuro bebé Arianna. «Ella solía darme patadas, pero ese día no. Era raro, pero no le di mucha importancia. Comí chocolate para estimularla y puse música, y nada. No notaba a Arianna».

Stefania y su marido acudieron a urgencias. Estaba de 39 semanas de embarazo y dos días antes la ecografía había salido perfecta. En Maternidad buscaron el latido del corazón de Arianna. No lo encontraron. Pero Stefania escuchó un sonido. «'Es tu corazón', me respondió la especialista. Luego vino el ginecólogo y me hicieron la ecografía». Arianna no latía. «En ese momento entré en shock. Olvidé el castellano y empecé a decir en italiano que esto no podía pasar, que no era real».

Le provocaron el parto y dio a luz el día 29 por la noche. Recuerda a su marido con mirada perdida, hundido y sin fuerzas. «Tuve que ser yo la fuerte. No podíamos hundirnos los dos. Le dije que no se preocupara, que lo superaríamos». Han pasado dos años y Stefania comienza a salir de esta pesadilla.

El caso de Beatriz Polo, de 44 años, fue muy temprano. Ocurrió cuando ella tenía 41. Estaba de ocho semanas de embarazo y, de pronto, en mitad de un viaje por Italia con su pareja, empezó a sangrar. «Enseguida que llegamos a Palma fuimos al ginecólogo. Nos dijeron que acudiésemos al hospital». Todo eso pasó en cuestión de horas. La pareja había perdido a su bebé, un aborto natural. «Todo fue muy frío en el hospital. Me dijeron que tomara una pastilla, pero no me explicaron ni cómo me iba a afectar ni cómo mi cuerpo reaccionaría a esto».

Beatriz intenta hablar, pero la emoción le supera. Con los ojos húmedos, se toca su vientre con triste ademán. «Cuando me dijeron que había abortado, me sentí culpable. Culpable por mi peso, porque me fui de viaje. Culpable por mis índices altos de azúcar. Empiezas a pensar... que si hubieras hecho determinadas cosas...podría...». No puede continuar.
El proceso de un duelo tras una muerte fetal, perinatal o incluso un aborto natural se mide de forma distinta en cada persona, pero muchas coinciden en que el valor de esa vida tiene, para unos padres, la misma intensidad desde la primera semana hasta la última.

El duelo

El proceso del duelo empieza con una pérdida. El duelo sólo contempla en su diccionario la rabia, desesperación, culpa y tristeza. El duelo varía. El duelo es duelo pese al motivo. Iria Sanz, psicóloga perinatal, no concibe que se interprete este proceso según la semana de la gestación. Tan importante es un embrión como un feto para unos padres. «Mucha gente cree que aunque hayas perdido al bebé a las nueve semanas no es nada», añade Malén.

Han escuchado desde que «no es para tanto», que «solo son células». O cosas como «todavía eres joven» y que «ya lo superarás». A Beatriz le llegó que «eso es una tontería», que «muchas abortan». Incluso que «con tu edad quizá era la última oportunidad para ser madre». Las palabras que llegan del exterior puede agravar el proceso de un duelo, como también la falta de sensibilidad social.

Iria Sanz empezó a investigar sobre la muerte perinatal y se dio cuenta de que no existía ninguna asociación en esta comunidad. Ella había pasado por dos abortos en 2017. Sabe de lo que habla. Se tiró a la piscina en 2018 con un grupo de acompañamiento al duelo perinatal, Estels del Cel, el primero en Mallorca gratuito, altruista y llevado por una psicóloga. «La intención es poder compartir las experiencias que han vivido y aprender de los demás. Escuchar, ya sana. Ves que las emociones son normales. Lo que tú has podido pensar, otras también lo pensaron», cuenta.

La psicóloga observa desde hace tiempo el tabú que hay en torno a esto. «La sociedad te hace pasar página muy pronto», critican las entrevistadas. En estos años, Sanz ha recibido a más de 40 personas que buscaban unos ojos que no juzgaran.

El próximo jueves, día 15 de octubre, es el Día de la Muerte Gestacional, Perinatal y Neonatal. El Grupo difundirá a través de las redes sociales un vídeo donde se mostrará el duelo como una realidad. Además, desde mañana lunes y hasta el mismo jueves se celebrará en sa Pobla –en un evento organizado junto con el Ajuntament del municipio– una recogida de nombres de los bebés fallecidos y repartirán lazos conmemorativos. Para el día oficial, harán una lectura de esos nombres y encenderán un iluminado en su honor.