Bandera azul de 2021 en la playa del puerto de la Colònia de Sant Jordi. | Redacción Part Forana

TW
15

El estudio Evolución espacio-temporal de las playas con Bandera Azul en las Islas Baleares (1987-2018), consecuencias en su mejora y recuperación morfológica concluye que «las banderas azules no han servido en ningún caso para mejorar, restaurar o revertir la degradación que supone la frecuentación de los espacios litorales».

El estudio es fruto de un trabajo de investigación de Francesc Xavier Roig (consultor ambiental, Universitat de Girona), Josep Pintó (Universitat de Girona), José Ángel Martín-Prieto (consultor ambiental, UIB) y Antonio Rodríguez Perea (UIB), y analiza,    mediante variables geoambientales, la evolución de 20 playas  de Baleares distinguidas con la bandera azul entre    1987 y 2018. Son 10 playas de Mallorca, 5 de Menorca, 5 de Eivissa y 1 de Formentera, Según los autores, el galardón, por sí mismo, «no ha contribuido a la mejora geomorfológica de    los sistemas    playa-duna».

Los científicos constatan que «en las playas analizadas no hay mejoras vinculadas a la bandera azul. Por tanto, hay que replantearse la utilidad de esta etiqueta o poner en práctica nuevos criterios de acreditación ambiental que se adapten a las complejidades y particularidades de las playas, sin pensar en éstas como un simple solárium».

Las banderas azules son un  galardón que se otorgó por primera vez en Francia en 1985. El  premio fue instaurado por la Fundación para la Educación Ambiental (FEA) y desarrollado a nivel internacional en 1987. A nivel mundial, en 2018, 3.019 playas de 45 países poseían esta acreditación, mayoritariamente europeos. La banderas azules son solicitadas por los municipios y con ellas se valoran dotaciones turísticas, de servicios y seguridad. Se trata generalmente de espacios turísticos maduros y consolidados que buscan su revalorización.

Sin embargo, el estudio señala que «muchas de las medidas aplicadas en Balears para una cierta recuperación de los sistemas dunares hay que relacionarlas con políticas públicas sin vinculación con la bandera azul, que no contempla estos criterios ni en verano ni en todo el año». Precisamente, los autores destacan que «la bandera azul favorece elevados niveles de frecuentación asociados a la dotación de servicios, incluidos recreativos. No hace ninguna aportación positiva en términos geoambientales ni da prioridad al conocimiento de las condiciones naturales de las playas. Muchos ayuntamientos ya han decidido prescindir de las banderas azules y han optado por otras figuras como las certificaciones EMAS o ISO. Así pues, que un municipio reduzca el número de playas con bandera azul no significa, ni mucho menos, una disminución de su calidad».

Finalmente, el estudio reconoce que «las banderas azules contribuyeron a la mejora de la higiene de las playas en los años 80 y 90, pero ahora no ofrecen ninguna vinculación con su mejora y conservación».   

Una etiqueta fácil de entender para los usuarios

El estudio admite que «la bandera azul es una etiqueta fácil de entender para los usuarios gracias a una campaña mediática que ofrece una cierta idea de compromiso de la Administración, aunque los resultados no    mejoran el estado de las playas. Lo que se mejora son sus servicios. Incluso ayuntamientos que han optado por otras figuras no han renunciado a las banderas azules porque éstas suponen más promoción y visibilidad».