Miquel Àngel Borràs, con el libro de memorias que presenta este jueves en el Baluard.  | Pilar Pellicer

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Miquel Àngel Borràs (Palma, 1946) ha publicado sus memorias con su paso por UCD y UM y su trabajo como miembro del Govern y del Consell.   

Antes de la política ya realizó propuestas ambientales a través del Institut d'Estudis Ecològics (INESE).
— En 1975, desde el Colegio de Aparejadores, hicimos el INESE. Soy más ecólogo que ecologista, porque el término ecologista es ‘no' a todo. Decir a todo que no es fácil, lo difícil es dar soluciones. Nosotros creamos, por ejemplo, el concepto de desarrollo equilibrado, que muchos tardaron en entender a la derecha y a la izquierda.

¿Sus trabajos fueron el embrión de la LEN?
— Yo recomendé al GOB que pusiera un pleito para parar la urbanización en la Dragonera y ganaron, pero corríamos el riesgo de que los ecologistas se apropiaran de ese mensaje para toda Mallorca. Por eso me puse a trabajar con Jeroni Saiz, a quien no se le ha reconocido nunca lo que ha hecho por Mallorca, y propusimos un estudio sobre las zonas imprescindibles de preservar para evitar polémicas con los ecologistas. El estudio duró tres años,    llegó al Parlament y entiendo que convenció a Cañellas para tratar de alcanzar un consenso con los demás. De ahí surgió la Ley de Espacios Naturales.

Cuenta que propuso un parque natural en la Tramuntana, pero que se opuso Carmen Delgado.
— Sí. Cañellas apoyaba hacer un parque natural en la Serra pero con la condición de que los March dieran el visto bueno. Carmen Delgado era una señora encantadora, pero no quiso de ninguna manera. La mayoría de propietarios se negaron, gran parte era de los March, y no se pudo hacer. No salió adelante, pero el debate quedó sobre la mesa y la sociedad lo tomó como una aspiración.

‘La ciudad de las basuras'. Así bautizaron al Parc de Tecnologías Ambientals.
— Sí, pero en cuatro años pasamos de ser la ciudad de las basuras a ser un parque moderno de gestión de residuos y lo hicimos gracias a Maria Antònia Munar, Nicolau Barceló, de Els Verds, y Ángel Fernández, de Tirme. Nos propusimos inventar el futuro y lo hicimos. Tendríamos que vender en Europa la calidad del trabajo que hacemos en Balears y pocas veces lo hacemos.

Usted empezó en UCD. ¿Por qué?
— Entré al día siguiente de la manifestación por la autonomía. En tiempos de Franco me habían propuesto entrar en asociaciones, pero lo rechacé. Pensé que, a través de UCD, podría llegar el autonomismo a Balears, que era el único partido que lo podría conseguir.

Aquello acabó como el rosario de la aurora. Se fue a UM.
— Miguel Durán cesó a Maximiliano Morales y me propuso para ser secretario de UCD Mallorca pero Durán dimitió y pasé a ser presidente en un momento en que el partido se deshacía. Dimití y muchos otros lo hicieron y por eso animé a Jeroni Albertí a que creara un partido para conseguir más autonomismo, y allí estuve como cofundador. Hasta que Gabriel Cañellas se quiso hacer con UM... Cañellas tuvo a un miembro de la ejecutiva de Unió Mallorquina que trabajaba para él.

¿Quién?
— En el libro se dan pistas, pero no lo diré. Cañellas iba comprando a gente de UM hasta el punto de que Albertí me dijo un día que ya no sabía ni quiénes eran los suyos. Yo me conjuré para resucitar la verdadera UM hasta que elegimos a Maria Antònia Munar como presidenta y empezamos a establecer lazos en Menorca y Eivissa. De allí surgió la conspiración contra UM en el Consolat.

Y luego se rompió el pacto.
— Si, pero antes Cañellas me ofreció pasar a su partido. «En la guerra y en la política, todo está permitido», me dijo. Yo le contesté: «Será en tu casa, no en la mía». Fue un acierto romper aquel acuerdo con el PP cuando UM ya estaba con más fuerzas.

UM y muchos compañeros acabaron de forma turbulenta ¿Cómo lo vio?
— Una persona quiso cargarse a UM y pidió a gente influyente de Madrid una operación de acoso y derribo con jueces, fiscales, y medios de comunicación; todos contra UM. Un señor dijo que Can Domenge valía 60 millones de euros, pero al final los terrenos se subastaron por 7. Hubo apoyo del PSOE, el beneplácito del PP y el PSM y los demás mirando y aplaudiendo y así acabaron con UM. Representábamos a un sector de la sociedad que necesita estas ideas y no descarto que haya un nuevo partido que trabaje para levantar este país con ganas y con amor.