El libro tiene dos partes. Una es el relato de Sheila Calvo, espaciado y fácil, con sus ilustraciones; la otra es un apéndice que recoge toda la narrativa. La intención es que fuera fácil de leer, en coherencia con la dislexia.

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Un oxímoron consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión. Como lo sería que una persona disléxica, como Sheila Calvo, escriba un libro. La idea era ésta, reconciliarse con las letras y a la vez liberarse de un elemento que llegó a ser opresor. El texto ahora es una realidad. Está ilustrado de su propia mano y, ya editado, se distribuirá a nivel nacional. «Estas páginas son una declaración de amor y de guerra». La delegada del Gobierno, Aina Calvo, se despoja de su cargo para ser únicamente la tía de Sheila, a quien animó y ayudó para escribir sobre la dislexia en primera persona. Con esta declaración comienza la presentación del libro Como yo lo veo, como yo lo leo pero aclara que la protagonista es ella, la autora principal.

La dislexia es un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura y afecta al 10 % de la población. Estas páginas son una declaración de amor para ellos y para quien no se ha rendido a la hora de atender a la diversidad. Así lo expresa Aina Calvo, quien reconoce que le pidió a su sobrina que contara «cómo lo vive, para que otras personas lo vieran y lo compartieran». La guerra es a la falta de formación en parte del cuerpo docente, a las altas ratios de las aulas o la escasez de recursos porque, como recuerda Calvo, el refranero no siempre acierta: «la letra con sangre no entra, se embrutece».

Cuenta en el texto que a sus 9 años, Sheila iba más atrasada en la lectura que el resto de sus compañeros. Poco tiempo después, tras varias derivaciones entre especialistas, le diagnosticaron dislexia. «Tuve que adaptar mis expectativas y aprender a compararme solo conmigo», escribe. A partir de ahí fue un periplo en aprendizaje. Congresos, reuniones con profesores, búsqueda de adaptaciones... «No sabíamos qué era lo que me iría bien o lo que me iría mal», explica. Sheila Calvo incide en que cada caso es diferente y que las necesidades de las personas disléxicas pueden variar con la edad.

En su caso, «siempre me ha parecido que tengo que demostrar que no soy tonta, y la plástica es un buen sitio», escribe. Entre las páginas que cuentan su experiencia se cuelan ahora algunos de sus dibujos. «Lo hicimos muy juntas, ella trasladaba sus reflexiones y yo las grababa y las pasaba a escrito. Y como dibuja muy bien, recogimos sus ilustraciones y acompañan a la palabra», explica Aina Calvo. Cuando el proyecto se convirtió en la primera maqueta se lo presentaron a los padres de Sheila, que no sabían nada. «Mi cuñada empezó sacando un paquete de Kleenex. El impacto fue tan grande que se quedaron en shock», recuerda ahora. Y es que la familia y su historia de apoyo incondicional, de lucha y de paciencia, tienen su propio capítulo.

El apunte

Aina Calvo, la coautora, un gran apoyo

Aina Calvo, más allá de delegada del Gobierno, es doctora en Pedagogía (mención europea) y profesora del Departamento de Ciencias de la Educación de la UIB. Cuando su sobrina veía las letras como un elemento opresor, le recomendó que debía darle la vuelta para liberarse. Ella le ayudó a grabar y transcribir su historia. En verano, tras el final de curso, tienen pensado presentar el libro en sociedad.