Ricardo Sagarminaga lleva años promoviendo un sistema de conservación de los ecosistemas marinos en el que cuenta con la participación de todos los actores implicados, pero especialmente de los pescadores. A través de la organización Alnitak, que él mismo preside, trabaja para reducir el impacto que genera en la fauna marina la pesca fantasma, es decir, los artes de pesca perdidos, desechados o abandonados en el medio marino.
Las cifras a nivel global son rotundas: según la FAO, el 70 % de la basura que se lanza al océano cada año -ocho millones de toneladas en total- corresponde a artilugios propios de la pesca fantasma. Ello implica daños irreparables en el ecosistema, que en otras latitudes se traduce en zonas de coral arrasadas, y que en nuestro entorno más próximo supone un peligro para múltiples especies como ballenas, delfines o tortugas. Daños de los que no escapa tampoco el ser humano, por el riesgo que supone para los navegantes la posibilidad de que las hélices se encuentren con este tipo de artilugios, causantes de «daños sustanciales» en las embarcaciones de pesca y de recreo. Aunque la acción de Alnitak se desarrolla en diversos puntos del mundo, Sagarminaga ha puesto este verano su foco en el delicado archipiélago de Cabrera. En sus aguas, la organización ha detectado solo durante el último mes más de 60 artefactos propios de la pesca fantasma, además de cuatro palangres ilegales. «Es una barbaridad», subraya Ricardo, preocupado por el alcance sobre el medio ambiente de una problemática que no cesa.
AMENAZAS
La pesca fantasma se podría agrupar según los expertos en tres grandes amenazas: la primera corresponde a los palangres ilegales lanzados al aire. Se trata de filamentos con múltiples anzuelos que se dejan muy cerca de la superficie marina y que arrasan con lo que encuentran. Se calcula que, de cada mil anzuelos lanzados al mar de esta forma, cuatro tortugas son seriamente dañadas, aunque algunas aves como las pardelas también sufren las consecuencias.
Las redes de deriva, utilizadas para pescar especies pelágicas, siguen también generando destrozos en el Mediterráneo, a pesar de estar prohibido su uso en la Unión Europea desde hace dos décadas. El caso omiso que hace la flota italiana a la normativa comunitaria y el hecho de que países como Marruecos o Argelia sigan permitiéndola complica mucho, según Ricardo Sagarminaga, poder acabar con una práctica «letal». Y a todo ello hay que sumar la pesca de supervivencia que se practica desde playas en las que existen campos de refugiados y que ha derivado igualmente en un problema «muy grave».
Desde Alnitak señalan a las redes pelágicas de deriva como el «más peligroso» de todos los artilugios que componen la pesca fantasma, y de hecho solo esta entidad retira cada año 50 toneladas de este material, convertido en dañina basura marina.
CULPABLES
A principios del mes de mayo, una enorme ballena atrapada en una red de pesca sorprendió a los ocupantes de un velero que navegaba a una milla de la Punta de n'Amer. El animal, de diez metros de largo, se encontraba a la deriva, inmovilizado, y fueron necesarios varios equipos de buzos para poder desenredarlo. El incidente, aunque esporádico en nuestras costas, no sorprendió a Ricardo, quien denuncia cómo los pesqueros italianos se saltan la ley sin ninguna consecuencia. «Podemos entender, aunque no compartamos, el ‘modus operandi' de marroquíes y argelinos porque su legislación se lo permite -explica-, pero no la forma de pescar de un país que forma parte de la Unión Europea». De hecho, en su opinión, la mayor responsabilidad de que la pesca fantasma siga en auge en el mar Mediterráneo la tiene Bruselas, desde donde «se permite» que lleguen al mercado productos del mar pescados en condiciones diferentes. «De esta forma -concluye- quienes evitan la pesca fantasma compiten en inferioridad de condiciones» frente a aquellos que no respetan la ley ni el medio ambiente.
PROYECTO
La entidad Observadores del Mar ha activado ahora un proyecto que lleva el nombre de Pesca Fantasma, a través del cual animan a la ciudadanía a que realice fotografías de los artilugios que encuentren en la costa y de los efectos que puedan causar sobre animales como las tortugas, las más castigadas por redes y plásticos en aguas de Baleares. La directora gerente de Ports IB, Cristina Barahona, subraya la importancia de «crear conocimiento» para, a partir de allí, poder actuar.
Desde Observadores, Sandra Espeja celebra además la «creciente participación» de Guardia Civil, Salvamento Marítimo y cofradías de pescadores de las Islas en la lucha contra la pesca fantasma, mientras recuerda a quien encuentre una tortuga u otro animal en mal estado que puede ponerse en contacto con el teléfono de Emergencias -112- para que se active el protocolo de actuación que permita salvar esa vida. «Antes de intentar desenredar a una tortuga sin tener conocimientos -advierte- conviene más dejar que lo hagan los profesionales».
Ricardo Sagarminaga admite que la situación resulta «alarmante», pero lanza al mismo tiempo un mensaje optimista. Asegura él que, tal como ocurriera en su momento con el atún rojo, España se está convirtiendo en un laboratorio para desarrollar medidas que se puedan aplicar en todo el planeta en favor de las tortugas. Y Baleares puede presumir de ser hoy un excelente banco de pruebas.
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