Cambios repentinos de humor, irascibilidad, aislamiento, absentismo escolar, retrasos en la hora de entrada y salida de la escuela… son algunos de los síntomas que se esconden detrás del acoso escolar. Frecuentemente el acoso es silencioso y la víctima tiene miedo a denunciar. Pero si, en el mejor de los casos, da la voz de alarma ¿adónde deben acudir las familias?
Baleares cuenta desde 2016 con un protocolo para los casos de acoso escolar de obligado cumplimiento para todos los centros educativos (públicos, concertados y privados) de la Comunitat Autònoma. Cuando la escuela tiene una denuncia está obligada a investigarla, determinar si se trata de un caso de acoso escolar y en caso afirmativo intervenir e informar a la Fiscalía de Menores. Sobre el papel la aprobación del protocolo ha supuesto un paso de gigante, pero en la práctica muchos casos aún acaban en un cajón. El protocolo obliga al centro educativo a disponer de un registro de todas las actuaciones (entrevista con la víctima, con el presunto acosador, otros alumnos, profesores, familias…), un trabajo que recae habitualmente en el orientador escolar y ahí es donde entra la subjetividad.
El protocolo de acoso escolar establece que para que un caso sea considerado bullying deben darse tres condiciones: Una intención de humillar o agredir al alumno que se siente victimizado, ser sostenida en el tiempo y que exista una desigualdad de poder entre las partes. ¿Pero qué consideramos sostenido en el tiempo o desigualdad entre las partes? ¿Cuánto debe esperar la víctima de una primera agresión para denunciar y cumplir el requisito de sostenido en el tiempo? ¿La desigualdad se establece en función del número, del físico, del edad…? ¿Se pueden exigir medidas preventivas de protección?
La presunción de inocencia, especialmente en el caso de menores, protege al presunto acosador, pero es imprescindible actuar desde el minuto uno. ¿Si en vez de hablar de acoso habláramos de una violación pensarían igual? No lo duden ni un segundo, denuncien en la escuela o instituto, pero también en la Policía y acudan a Convivèxit para que velen contra las interpretaciones perversas de su propio protocolo. Ante todo y sobre todo no callen porque salir del infierno solo es posible si no se abandona la lucha.
(*) Periodista, madre que sufrió el acoso escolar a sus hijos.