De estos primeros escenarios ha pasado un año. Se estima que ocho millones de ucranianos salieron del país, y a Balears llegaron más de 2.700 familias, según datos oficiales. Tres familias ucranianas narran en este reportaje cómo ha cambiado sus vidas este episodio conflictivo, en un día en que las asociaciones eslavas se concentrarán en la Plaza de España, a las 18.00 horas, para apoyar su país tras 364 días de guerra.
Tracy Karen, presidenta de la ONG UR Mallorca, acoge a Alla Wlasenko, de 28 años, y su hija de tres años desde abril de 2022. Alla vivía en Zaporiyia cuando estalló el conflicto bélico. Sin pensarlo ni un segundo, cogió sus cosas y se marchó a Polonia. No tenía ningún destino para luego, pero gracias a su madre, que en ese momento no se quiso ir de Ucrania, contactó con Tracy para que ayudara a su hija. «El trayecto hasta Wroclaw (ciudad polaca) fue de casi dos días. Estuvimos mi hija y yo durmiendo en el aeropuerto, probablemente una semana, hasta que Tracy nos compró un billete para venir a Mallorca», recuerda Alla.
Si echa la mirada atrás, observa con tristeza que «nada ha cambiado. Mi marido sigue allí y mi padre. Mi madre se marchó a Francia en septiembre de 2022 y la semana que viene la veré por primera vez en un año. Es muy duro estar aquí sin tu familia, así resumiría este año», lamenta.
Ganas de volver
La historia de Svitlana y Olexandr Silenko, matrimonio de 61 y 63 años respectivamente, comenzó en un sótano de su casa. Allí pasaron dos semanas junto a otros vecinos de Blahodatne, pueblo cerca de la ciudad de Nicolaiev. «Tuvieron la visita de soldados rusos, que querían ver si el sótano estaba ocupado o no. Todos se callaron, hasta que un militar lanzó una piedra y, por miedo, las mujeres empezaron a chillar. No les pasó nada porque los rusos vieron que eran personas mayores», cuenta su yerno Petro Zobenko porque Svitlana y Olexandr no saben español.
Desde hace once meses Petro les acoge en su casa de Palmanova, donde vive con su mujer (la hija del matrimonio) y sus cuatro hijos. Este ucraniano, residente en Mallorca desde hace 22 años, narra el sufrimiento de sus suegros: «Durante dos meses les costaba dormir, solo lloraban. Ahora quieren volver a Ucrania para reconstruir su casa».
Kateryna Okatieva, de 28 años, llegó a Mallorca en marzo junto a sus dos hijos, de dos y casi cuatro años, su madre y su abuela. Proceden de Járkov, y todavía esta joven recuerda los primeros bombardeos como si fuera ayer: «Me despertó el ruido. Vivíamos en un edificio muy alto así que decidimos irnos, con toda la familia, a una casa con sótano. Peor tras una semana, no podíamos más por los niños. Cogimos un tren y nos fuimos a Polonia».
Kateryna lo tenía todo: una empresa de animación, sus clases de baile y gimnasia y, en definitiva, una vida estable. Tras su estancia en el país polaco, pensó en España. En Madrid tenía a un conocido, que les derivó a otra familia. Su estancia allí duró pocos días hasta que la ONG UR Mallorca le encontró un hogar en Alaró. «Estuvimos con un matrimonio inglés dos meses hasta que la Fundació Monti-Sió nos ofreció una casa en Son Sardina.
Desde entonces, Kateryna no ha dejado de trabajar, como limpiadora, dando clases de baile, siendo monitora de un colegio y en verano, en un campamento. Enseguida se puso a aprender español y a día de hoy lo controla. «Echamos de menos a la familia. Este año lo resumiría como un periodo de cambio radical; nos hemos tenido que adaptar. Sobre la guerra, honestamente, no espero nada. Prefiero no pensar», dice.
Las camas de Son Dureta han llegado a varios hospitales de Ucrania
Las 200 camas que estaban hasta hace poco en el antiguo hospital Son Dureta finalmente ya han llegado a la ciudad ucraniana Járkov y se han repartido entre varios hospitales que necesitaban mobiliario sanitario. Esta donación ha ido a cargo de la asociación Amar Ucraïna, que fue la encargada de trasladar todo este material hasta una de las ciudades más devastadas por la guerra contra Rusia. Todo el material salió hacia Leópolis, donde tenían que hacer una parada antes de llegar a destino.
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Menudo paripé nos están colando.