Joan Roca junto a Juan Navarro, responsable del mantenimiento de la cubierta vegetal que ha diseñado para el Queen College en Palma. | Teresa Ayuga

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Mallorca se suma a la moda de los jardines en azoteas y los jardines sobre paredes. El confinamiento, durante los primeros meses de la pandemia de la COVID-19, puso en valor el ‘lujo’ de tener un trocito de naturaleza en casa y la tendencia ha llegado para quedarse. Así lo explica Joan Roca. Más conocido por el público general por ser el bajista de Antònia Font, Roca es biólogo de profesión y fue uno de los precursores del paisajismo sobre cubierta en la Isla.

«Nosotros empezamos en 2009 a hacer cubiertas vegetales. Me fui a Alemania y conocí la técnica. Ellos llevaban allí desde los años ochenta. En los países nórdicos son muy conscientes de la importancia del aislante de las cubiertas. Sabemos que los vikingos ya utilizaban cubierta orgánica más que mineral para aislarse, pero a Mallorca llegó mucho más tarde. Aquí la gente siempre ha tenido miedo a las humedades y hasta que no ha habido una buena cantidad de cubiertas que funcionan bien, ha costado convencer a los clientes», explica el biólogo.

Las cubiertas vegetales de viviendas están muy relacionadas con el concepto de casas pasivas. Este tipo de casas busca el aprovechamiento energético y la reducción de la huella ambiental. «La cubierta vegetal tiene una función aislante muy importante que no tienen los muros verdes, que son una cuestión más estética», indica.

A diferencia de lo que ocurre con los jardines verticales las cubiertas vegetales sí que tienen una eficiencia de aislamiento probada. «El muro verde tiene también una utilidad importante, pero es más psicológica. Con la especulación hemos llegado a un punto en que cada metro cuadrado cuenta y todo el mundo construye al máximo olvidando la conexión con la naturaleza. Esa desconexión con la naturaleza nos trae problemas, nos aisla… Hay complicaciones psicológicas y existe un componente de felicidad en el retorno de la naturaleza a la ciudad», opina el biólogo.

Jardín sobre cubierta del Queen College de Palma.

Roca recuerda que «el retorno de la naturaleza a la ciudad puede hacerse en parques, pero también a nivel particular utilizando por ejemplo el modelo de cubierta verde (que combina la eficiencia y el retorno de la naturaleza) o con un muro verde en el que, aunque de forma artificiosa, se crea también un contacto con la naturaleza. En vez de comprarte un cuadro puedes invertir en tener un muro verde y la conexión con la naturaleza aporta felicidad», concluye.

En Mallorca, durante el ‘noucentisme’ había un respeto y diálogo entre la vegetación, la naturaleza y el hombre. Muchos arquitectos le daban tanta importancia que hacían a la vez o primero el jardín que la casa. Esa relevancia se fue perdiendo con el paso del tiempo a medida que se disparaba el precio del suelo. «En el Port de Pollença, la Bonanova o el Terreno podemos ver hoy algunas casas que ofrecen esa armonía que no te da una casa de Son Vida construida con máximos y con un jardín insignificante te han obligado a hacer, pero que es tan insignificante que no se puede disfrutar», señala Joan Roca. Lamenta que «la mayoría de construcciones van a máximos de ocupación y el jardín es un mero acompañante». «Yo prefiero más jardín y menos construcción. Hay un gran contrasentido porque en los países nórdicos (donde no hay tan buen tiempo) los jardines son más grandes. La avaricia y la ambición han sido errores comunes a la hora de construir en Mallorca», dice el biólogo.

«Ahora notamos un cambio de tendencia. Alemanes y suecos que vienen a Mallorca llegan con ese paradigma, vivir el jardín y los arquitectos jóvenes también intentan introducir técnicas que permiten combinar la construcción con la naturaleza. La tecnología no es la de 1900 y la innovación nos ofrece una nueva oportunidad. Apostamos por nuevos sistemas que permiten traer la naturaleza de nuevo para hacer las casas más habitables, armoniosas y agradables», señala Joan Roca. El biólogo explica que ha aumentado la demanda tanto de cubiertas verdes como de muros verdes. «Desde hace unos diez años cada vez hacemos más», indica.

Las cubiertas vegetales se pueden aplicar tanto en viviendas de nueva construcción como en rehabilitaciones pero en este último caso hay que comprobar que la estructura aguantará el peso. Si no es así hay que reforzarla. «Lo principal en las cubiertas es que tengas un buen drenaje, que desaloje el agua como cualquier tejado. Vas poniendo capas para que esa función se mantenga intacta. Si utilizas un sustrato drenante que a la vez filtra puedes tener plantas. Yo utilizo el mismo desde el año 2009 y me funciona bien, aunque existen otras marcas». El abanico de posibilidades se amplía cuando hablamos de muros verdes. «Hablamos de un componente inerte estructural, al final se trata de crear una jardinera sofisticada que pueda sostener la vegetación», dice Joan Roca.

Muro vertical del restaurante Abbaco del Port de Pollença.

En todos los casos el agua es un elemento imprescindible. La altura y la orientación determinan el volumen de plantas que se pueden incluir. En los muros (habitualmente de interior) se sele apostar por las plantas tropicales. En exterior funciona especialmente bien la vegetación autóctona En todos los casos es necesaria una gestión buena de riego, abonado y podas para mantener el diseños.

La mayoría de los propietarios que apuestan por incluir jardines en las azoteas de sus casas son particulares que construyen viviendas unifamiliares de nueva planta. Los muros vegetales en cambio son tendencia entre los empresarios que ven en ellos un buen atractivo para sus negocios. Los precios oscilan entre los 80 y 120 euros el metro cuadrado para las cubiertas vegetales (salvo casos especiales). Los muros vegetales cuestan entre 500 y 1.000 euros el metro cuadrado.

Los extranjeros que se construyen una vivienda en la Isla son los que más apuestan por los jardines sobre cubierta. «No es un artículo de lujo o snob pero es cierto que habitualmente los clientes que piden un producto así son clientes con un poder adquisitivo alto, con una conciencia ambiental que está más araigada en los países nórdicos. Por la luz o el frío valoran más disfrutar de las plantas. Dan importancia a la naturaleza y a su conexión con el hombre», dice el biólogo mallorquín. Lamenta que en cambio en la obra pública «aunque vivimos de nuestra imagen cuesta mucho que se apueste por la naturaleza. Incluso con un cambio climático galopante que viene más rápido de lo que pensábamos hay gente que lo niega. Un europeo sí tiene esa conciencia. La gente joven también».

La pandemia ha dado un acelerón a un proceso que hasta entonces se introducía de forma muy lenta. «Marcó un antes y un después en la concepción de la zona verde que acompaña a la casa y el arquitecto también se ha dado cuenta de que ofrecer naturaleza es un punto importante en cualquier proyecto», concluye Roca.