A la derecha, Águeda, junto a compañeras durante un voluntariado en la Fundació Monti-sion.

TW
7

Águeda Oliver, 18 años, ha sido alumna del Colegio Montesión. La cercanía del centro con la Fundació Monti-sion Solidària la ha llevado a ver el voluntariado como una forma de vida. Empezó entre 4º de la ESO y 1º de Bachillerato de forma comprometida: «Desde bien jóvenes, el colegio nos inculca la educación pastoral. A una compañera y a mí nos propusieron hacer un voluntariado todos los jueves. Enseguida dijimos que sí. No eran cosas puntuales, sino una ayuda real. He tenido la oportunidad de acompañar a personas mayores que me han parecido admirables. Agradecía mucho poder hablar con ellas», explica la joven que ahora estudia Ingeniería Biomédica en Bilbao.

Águeda asegura que cogió una ruta «muy bonita» y no se perdía ningún jueves el voluntariado. Entre las labores sociales, también ha cuidado a hijos de familias vulnerables que acudían a la Fundación a recoger comida y también ha distribuido alimentos.

«A la gente le sorprendía que fuera voluntaria y que no me perdiera ningún jueves porque es algo que no está de moda», confiesa Águeda, que lleva dos meses en Bilbao y está buscando ya alguna entidad para comenzar un voluntariado nuevo. Uno de los consejos que comparte esta joven es que «creen una rutina, que lo vean como un compromiso. Echar una mano no cuesta nada».

La Fundación Monti-sion cuenta con 220 voluntarios muy jóvenes (de 14 a 17 años). Blai Vidal, responsable de la Fundación, parte de la importancia de «creer en los más pequeños» y «no clasificarles de una manera estereotipada. Nosotros invertimos tiempo en ellos».