Un cachorro en consulta en una imagen de archivo.

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El 70 % de los veterinarios han perdido a algún colega por suicidio. Son los profesionales con mayor tasa de autolisis en el mundo y ejercer en España multiplica el riesgo. Los veterinarios de Baleares tienen cuatro veces más posibilidades de quitarse la vida que cualquier otro trabajador de las Islas y dos más que sus colegas europeos. La precarización progresiva del sector y el fenómeno ‘perrhijo’ castigan aún más la delicada salud mental de los sanitarios especializados en animales.

«Somos el segundo país de Europa con más facultades de veterinaria y eso es un despropósito, porque precariza el mercado. Incluso hay una universidad en Valencia que da las clases en francés porque exportamos veterinarios a Francia (que tiene solo cinco universidades) y a otros países de Europa», explica Ana Sancha, vicesecretaria del Colegio de Veterinarios de Baleares.

El colegio se opone a que abra una facultad de Veterinaria en las Islas y a la vez pelea para que se cree un grado de formación para auxiliares clínicos veterinarios (ACV). «De momento solo han salido dos convocatorias en España para acreditar a gente que lleva 35 años trabajando de eso y han salido porque desde el colegio hemos presionado (a través del Institut de Qualificacions Profesionals). Se les ha capacitado, pero es necesario que haya un grado formal para que puedan estudiar jóvenes enfermeros veterinarios», añade.

La especialista, como la mayoría de sus colegas, cree que el hecho de que en España la sanidad pública sea gratuita hace que entre la población haya un gran desconocimiento de lo que cuestan los servicios sanitarios. La gente no está dispuesta a pagar la atención que necesitan sus mascotas. Eso crea situaciones cada vez más complicadas en el trato con los clientes. «Encima Sanidad cada vez mete más caña y nos estamos convirtiendo en burócratas. Extrapolan cuestiones que se aplican en Medicina que no son extrapolables a Veterinaria. Como no estamos ni al cien por cien en Sanidad ni al cien por cien en Agricultura, tenemos todo lo malo de ambos mundos. Nos aplican un IVA del 21 %, se nos exige cumplir con medidas sanitarias en cuestiones como los residuos o rayos… y los propietarios nos exigen dar precios asequibles. Tenemos que pagar la nómina y toda esta situación nos supera y pasa factura a nuestra salud», dice la vicesecretaria del colegio.

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Su colega Marcos Macowski, habla en términos similares: «La tasa de suicidio responde al síndrome ‘burn out’, tan común en esta profesión en la que además hay una familarización con la eutanasia, esa es otra de las teorías que explican el fenómeno. Encima ahora la gente se ha vuelto más exigente con el trato de sus mascotas. Es lo que se conoce como 'Perrhijo'».

Macowski explica que en Baleares «ha habido un ‘babyboom’ de familias con mascotas. Durante la pandemia y pospandemia ha subido un 20 % el número de familias con animales de compañía. Cada cada vez hay más parejas que no tienen hijos (lo vemos con la evolución de los índices de natalidad) y las mascotas suplen de alguna forma esa ‘necesidad de ser madre o padre’. Los ‘Perrhijos’, son una realidad del país postpandémico que complica cada vez más el trato con el cliente en las clínicas veterinarias».

Aunque de momento no se han registrado agresiones graves en clínicas veterinarias, como sí ha ocurrido en las consultas de algunos médicos de familia, Macokski alerta de que «cada vez nos enfrentamos a situaciones más complejas, la red de propietarios de ‘Perrhijos’ es cada vez más exigente y ya estamos viviendo situaciones muy complicadas». «Sabemos por experiencia que los comportamientos que se dan en la medicina de personas, unos años después llegan a la medicina animal», añade.

«Falta cultura general sobre el coste de la sanidad. En España, al tener sanidad pública gratuita mucha gente encuentra los servicios veterinarios caros aunque no lo son. Un infarto de una persona le puede costar a lo mejor 30.000 euros a la sanidad pública y una cesárea 6.000, pero la mayoría no lo sabe. Eso hace que pagar 400 euros o 500 euros por una cesárea en nuestro sector pueda parecer caro. Todo junto es un cocktail que puede explotar», concluye.