¿Hay una crisis de salud mental en niños y adolescentes?
Hemos pasado de la época del estigma, de no hablar de salud mental a no parar de hablar de salud mental. Hace quince años no éramos capaces de decir que una persona tenía problemas mentales, enfermedades que están descritas desde los egipcios. Hemos llegado a un boom en el que hablar de salud mental está siendo un signo de identidad. Cuando lo publicas en las redes y dices que estás mal o deprimido, recibes un montón de likes y de apoyos. Como todos queremos sentirnos apoyados, parte de un grupo, eso puede ser un factor de amplificación del síntoma. Hemos pasado del estigma a la hiperidentificación.
¿Hay más?
Eso no quiere decir que los problemas de salud mental no existan. Existen, son severísimos y tienen un impacto muy importante en la salud de las personas.
¿Por qué sucede?
No me querría meter en camisa de once varas porque para responderlo bien tendría que haber un sociólogo, pero está claro que en los últimos veinte o treinta años hemos ido evolucionando a un modelo de vida con menos relación con otras personas.
¿En qué medida?
En los años 80, cogieron a un grupo de jóvenes y adolescentes y les preguntaron cuántos adultos tenían de referencia, a los que podían preguntar cosas. Dijeron que diez en el año 62; repitieron la encuesta en los ochenta y dijeron 7,5, en los noventa pasaron a 5; en el año 2000, a 3,8 y en el 2020, a 1,7.
Ni padre y madre, ¿no?
Quiere decir que hemos ido perdiendo referentes. Vivíamos en comunidades más grandes, con más presencia de los abuelos, de tíos; esos adultos tenían más autoridad para hablar con los chicos y decirles cosas; había maestros, había referentes religiosos, seguramente de grupos sociales o de lo que sea. Y esos adultos tenían incidencia. Cuando uno siente que tiene menos adultos de referencia está más solo. Cuando eres niño o adolescente, la forma de generarte la personalidad es esa. La forma de aprender a caminar es caminando. Si no tenemos con quién relacionarnos y variedad nuestras habilidades de relación caerán.
¿También menguan esas relaciones entre iguales?
Para muchos niños la vida es el cole y en casa. Y eso tiene un impacto. Por otro lado hemos metido todo el mundo digital por el medio sin ninguna seguridad, lo asumimos como bueno y damos vía libre. Pero, metido en la vida de los niños y adolescentes impacta en la relación que es básica para la construcción de una personalidad sana. Y la relación es relación y la relación virtual, no es relación, tiene muchas trampas. Esas herramientas que nos privan de hacer un montón de cosas. Todo lo que dejamos de hacer por impacto de lo virtual… si lo miramos, nos morimos del susto y cuando lo miras con niños y adolescentes te mueres del susto. Les privamos de todo un mundo relacional que es imprescindible.
¿Con qué efectos?
Estamos encontrando niños con menos capacidad psicomotriz. Nos encontramos con que en las escoletas aumentan los niños con síntomas de autismo hasta lo nunca visto. Tienen dificultades en el habla… si cuando la mamá o el papá les pasean, en lugar de hablar con ellos están mirando al móvil. Todo esto está generando un impacto, no sabemos cuál es. No cuidarlo nos lleva a que en la vida cotidiana, cuando pasa una mínima dificultad no hay la menor capacidad para hacerlo frente. A lo mejor saben un montón de matemáticas, pero a la hora de afrontar un conflicto tienen pocas habilidades y eso se manifiesta en forma de estoy mal, no lo puedo soportar, en ‘me quiero morir'.
¿Eso es un problema de salud mental?
Al final sí. Es como si nunca he movido un hombro, el día que me toca un esfuerzo, me duele y es un dolor real.
Dice que la adolescencia es una oportunidad. ¿Cómo se aprovecha?
Es un momento de crecimiento, de maduración, de tanto interés. Vale la pena aprovecharlo. Hay que poder cuidar esa transición. Intentar que esa infancia dure lo más posible; hay estudios que dicen que cuanto más tiempo se juega el coeficiente intelectual es mayor. Es también momento de estar más atento a la oportunidad: de pequeños siempre tienen ganas de papás, en la adolescencia no siempre hay tanta disponibilidad. El niño y el adolescente necesitan que el adulto les guíe. Lo importante es ser coherente. Si soy muy estricto, no pasa nada, mi hijo será criado con ese criterio; si soy laxo, tampoco. El criterio del padre siempre será bueno, salvo cosas muy desviadas o negligentes. Tratarlos bien es limitarlos, es decirles que no, porque hay más noes que síes. Tratarlos bien es enseñarles un modelo, cenar con ellos, tratar con ellos es comunicarles tus dificultades como adulto: tú comunica y tus hijos comunicarán.
¿Y para prevenir problemas de salud mental?
La prevención es esa: la comunicación verdadera. Cenamos y se habla, y no se acaba en diez minutos, nos quedamos un ratito y en ese rato hay calidad y hay verdad. Y en esa calidad y esa verdad si hay un problema de salud mental aparecerá: un día te dirán, es que no duermo, es que lo estoy pasando mal... aparecerá.