Sor Ana Vich, sor Celia Penabella, sor Regina Tauler y Sor Bárbara Prohens (sentada), en el Colegio Nuestra Señora de la Providencia, su hogar.

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«No tenemos miedo a que nos echen porque nuestras obras están bien encaminadas y continuarán con el mismo carisma. Y tampoco hay intención, desde nuestra Fundación de Escuelas Trinitarias, de que nos reubiquen». Sor Maria Isabel Ferrer, 86 años, es la representante de Llars del Temple, de la congregación de Religiosas Terciarias Trinitarias. En las última semanas, los medios se hacían eco de que los jesuitas de Nuestra Señora de Montesión de Palma, fundada en 1561, abandonaban Mallorca para siempre. Este hecho responde a una realidad que tendrá que afrontar la sociedad: el cierre de las congregaciones religiosas por falta de relevo.

Este reportaje pone el foco en dos congregaciones pequeñas que nacieron en el siglo XIX: las terciarias trinitarias y las Religiosa Teatinas de la Inmaculada. Sus misiones son inmutables y el miedo a desaparecer no existe.

El siglo XIX fue un momento de esplendor para la aparición de muchas comunidades religiosas en Mallorca, como las Hijas de la Caridad o las franciscanas, entre otras como estas protagonistas. Las trinitarias dedican su vida a los pobres, a los enfermos y a las mujeres; a construir escuelas y a estar con el pueblo. Actualmente, en Balears solo quedan nueve hermanas y se reparten en dos comunidades.

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Sin embargo, en el pasado, las terciarias trinitarias han estado presente en prácticamente toda la Isla, desde Felanitx, Binissalem, Palma e incluso en Eivissa. «Es cierto que nunca hemos sido una congregación numerosa, y en el momento más álgido llegamos a ser un grupo de 120 o 130 monjas», destaca Sor Maria Isabel. El pare Miquel Ferrer fue el fundador de las religiosas terciarias trinitarias en Felanitx, en 1810. En esos años –nos ubicamos en el siglo XIX–, la mayoría de comunidades religiosas nacían de la voluntad de las propias mujeres que, siguiendo el camino de Jesús, se reunían en sus pueblos y vivían en comunidad para llevar a cabo su misión.

La hermana Maria Isabel Ferrer, la mayor de siete hermanas, nació en el seno de una familia muy religiosa. «Algo en mí se movió siendo muy joven, tenía mucha sensibilidad por la religión. Mi entrega a Jesús fue lo que me motivó a convertirme en trinitaria. Con 16 años entré y me formé como maestra. Hasta ahora, he tenido responsabilidades de directora y de superiora general», expone.

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Las teatinas

«De momento no hay intención de reubicarnos o dejar esta casa. Nuestro carisma y nuestro hacer no tiene reglas más que el amor». ». Así responde Sor Ana Vich, de 78 años, la superiora de la comunidad del Colegio Nuestra Señora de la Providencia, que pertenece a las Religiosas Teatinas de la Inmaculada. En esta comunidad hay seis monjas, pero solo cuatro en activo. Aparte hay otras dos comunidades repartidas en Son Ferriol y en Felanitx, pueblo donde se fundó la congregación –como fue el caso de las trinitarias terciarias–. En total, hay una veintena de teatinas cuya media de edad está en torno a los 70 años.

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La hermana Ana sintió la llamada a los 23 años. «Desde joven me llamaba mucho la atención las pandillas de la parroquia, las fiestas populares e ir a misa. Mi madre saltó de la alegría cuando le di la noticia», dice. Se formó como enfermera y prácticamente toda su vida ha trabajado en la Clínica Rotger.

La misión de las teatinas es estar al lado de los más necesitados. Por eso son múltiples las obras que han hecho, desde cuidar a enfermos en sus hogares hasta dedicar sus días a la enseñanza.

Sor Bárbara Prohens tiene 98 años y fue una de las primeras teatinas de Mallorca. Todavía guarda unos folios con la historia de su congregación para no olvidarlo. Sor Bárbara es lo más parecido a una biblioteca. Almacena en su cabeza fechas y momentos históricos de hace casi un siglo. Sus inicios se remontan en 1891, en Felanitx, siendo primero una congregación de las Hijas de la Providencia.

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La historia cuenta que el sacerdote Miguel Sureda encontró un manuscrito sobre la virgen de la Providencia y ahí empezaron la misión tan solo tres mujeres del pueblo. «Una de ellas me dio a mí clase cuando entré», rememora Sor Bárbara, que ha tenido siete familiares –entre hermanos, tías y sobrinas– que eran monjas y sacerdotes. Sor Bárbara se convirtió en monja en el 1943, así que vivió la fusión de su congregación (la Providencia) con las Religiosas Teatinas de Italia en 1948. La comunidad saltaba así de Palermo y Nápoles a Mallorca, Madrid y Barcelona. En la actualidad, también cuentan con misiones en África y América.

El Colegio de La Providencia es el hogar para sor Ana, sor Bárbara o Sor Regina Tauler o Sor Celia Penabella. Pero antes de serlo, fue el Patronato de Nuestra Señora de Providencia, que gestionaban las hermanas teatinas y se destinaba a jóvenes sirvientas. Fue cedido en el año 1941 por Carmen Rubert i Sureda y desde entonces están ahí. Hoy, el espacio está reconvertido en un colegio infantil. La última reflexión del día la tiene sor Bárbara: «La vida religiosa ahora debe adaptarse a nuevos tiempos, buscar formas para que los jóvenes vuelvan a recuperar el sentido del compromiso».