Los alumnos de dos equipos juegan al Quidditch, el deporte popularizado por la saga literaria.

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Las novelas fantásticas sobre las aventuras del joven aprendiz de mago Harry Potter estimularon el interés por la lectura de miles de niños y niñas de todo el mundo a principios del siglo XXI, pero su impacto va mucho más allá y el universo creado por    J. K. Rowling incluso ha servido para reducir el absentismo escolar de la escuela-instituto Gabriel Vallseca de Son Gotleu, en Palma. «Sumergirse en un mundo mágico y dejar atrás las preocupaciones de la pandemia les ayudó y motivó a regresar», recuerda    con satisfacción la directora, Asun Gallardo.

Tras el confinamiento, su equipo docente decidió revivir un proyecto que usa este universo literario para estimular el deseo de aprendizaje, absorber valores universales y trabajar en común. Años atrás ya tuvo éxito, pero ahora ha llegado hasta el punto de involucrar a todo el centro, transformado en Hogwarts, e incluso a otros colegios, como el IES Son Rullan y el San Vicente de Paul. El Quidditch, el deporte ficticio en el que los jugadores montan escobas voladoras, y que se adaptó a la vida real, ha servido de «hermanamiento». El centro diseñó un juego totalmente diferente al que se popularizó, uno en el que se fomenta la inclusión, algo esencial en un centro con más de 430 alumnos procedentes de 34 nacionalidades diferentes que viven en una de las zonas con una situación socioeconómica más difícil de España. «Cada miembro del equipo disfruta de un tiempo equitativo de juego y juntos deciden cuándo y cómo jugar, considerando las habilidades deportivas de cada persona. Esto ha generado entusiasmo en los alumnos, que desean participar porque se sienten valorados. Este deporte de equipo está diseñado para potenciar las habilidades de cada individuo, promoviendo la inclusión y valores positivos», explica Gallardo.

Sentimiento de pertenencia.
Las familias se han involucrado mucho con el proyecto del centro educativo de sus hijos y asisten a los partidos y actos, como el de la foto sobre estas líneas.

La magia de Harry Potter sirve de pretexto para educar en un contexto complejo para los docentes, que, sin embargo, han conseguido crear un espacio en el que alumnos y familias se sientan cómodos. «Si hay algo que distingue a este centro es precisamente el ambiente que se fomenta, las relaciones que se establecen, la acogida que brindamos y el clima que se respira», señala la directora, que asegura que han observado un aumento significativo en la asistencia al centro educativo en comparación con el período anterior a la pandemia. «Aunque no podemos confirmar si está directamente relacionado con el proyecto es evidente que la asistencia ha aumentado, sumado a la inclusión de primer y segundo año de ESO», apunta. Este curso, de hecho, ampliarán su oferta hasta cuarto. Así pueden hacer toda la educación obligatoria en el mismo ambiente y no pierden referentes en plena adolescencia. El vínculo entre alumno y docente se crea desde que son pequeños y se mantiene.

«El objetivo clave de nuestro centro es empoderar al alumnado para que sean capaces de gestionar la convivencia sin necesidad de arbitraje por parte del profesorado, en ellos recae la responsabilidad del bienestar de cada uno», reivindica Gallardo, y asegura que el proyecto impulsado está permitiendo que desarrollen un sentimiento de pertenencia a la comunidad educativa al acabar Primaria y que dispongan de habilidades sociales y emocionales para resolver problemas.