Stecey y Sten rodeados de perros rescatados en Rancho Fino. | Claudia Nagyivan

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La Organización Mundial de Sanidad Animal celebra su centenario, reafirmando su objetivo de generar una consciencia sobre el cuidado y la defensa de todas las especies. Esta labor también se desempeña cada día en Rancho Fino, un santuario para el cuidado animal en Costitx. «Mi marido y yo nos encargamos de este refugio para animales no deseados, en rehabilitación, maltratados, abandonados, mayores, enfermos y discapacitados de todas las especies», cuenta Stacey van Tichelt.

Originaria de los Países Bajos, la fundadora de este refugio comenzó su labor hace 9 años. Un día recató un caballo severamente desnutrido y desde entonces se le «abrieron los ojos ante el abandono, el abuso y las horribles condiciones que atraviesan muchos animales en esta Isla donde se muestra tanta riqueza y lujo». A lo largo de los años, la pareja ha ido destacando en el cuidado de animales con necesidades especiales y casos difíciles, algo habitual en la última fase de su vida. «Para muchos somos la estación final», cuenta la experta en cuidados paliativos para estos seres vivos.

Stacey con caballos en Rancho Fino
Stacey con caballos rescatados en Rancho Fino.

Cuando comenzaron su trabajo, la finca estaba en ruinas. «Sin agua, sin electricidad, sin ventanas ni puertas…», recuerda la neerlandesa. «Durante un tiempo, lo hice yo sola con la ayuda de amigos y voluntarios que se alojaban conmigo a lo largo de un mes a cambio de comida», añade. Stacey cuenta orgullosamente que han construido el lugar desde cero. Aun así, todavía viven completamente desconectados de la red y con instalaciones mínimas. «Hay animales por todas partes, nuestra vida es para ellos», asegura.

Lo curioso es que nunca planearon este estilo de vida. Al principio, incluso llegó a pensar que, a escala de Mallorca, la situación sería manejable, pero han comprobado que no es así. Aunque han construido su hogar alrededor del reino animal, la pareja asegura que se trata de un trabajo muy duro. «Hacemos todo legalmente, siendo una organización benéfica registrada, trabajamos en estrecha colaboración con veterinarios y cumplimos todos los procesos burocráticos», cuenta la amante de los animales. Aun así, lamenta que los procedimientos de diferentes departamentos desincentivan su labor, ya que algunas normas se contradicen entre ellas.

Olaf, un cachorro de 2 años que busca adopción.

No obstante, nada les impide rescatar a tantos animales como pueden. «Estamos al máximo de ocupación, el teléfono no para de sonar y muchos casos son difíciles o requieren espera para ser resueltos», explica. Su labor tiene un coste muy elevado; gastan más de 4.000 euros al mes tan solo en «lo básico»: agua, comida y medicación, ya que acogen muchos animales de granja, equinos y perros, todos ellos con necesidades especiales. Por ello, solo consiguen llegar a fin de mes gracias a su trabajo paralelo en mantenimiento y limpieza de propiedades, jardines y piscinas.

Su mayor deseo, hasta que las leyes mejoren y su labor se alivie, es alcanzar un flujo constante de donaciones para seguir cubriendo los costes tanto veterinario como vitalicios de los seres vivos que rescatan. «A lo largo de los años, hemos cuidado cientos, si no miles, de animales. Cada uno, con su propia historia, única y desafortunadamente, en su mayoría muy triste», relata Stacey. Es por ello que necesitan apoyo económico. En concreto, su objetivo para este año era conseguir un remolque para caballos, un contenedor marítimo para usar como almacenamiento y un remplazo para su cerca. Desde el rancho, recuerdan que no son un lugar abierto al público, ya que no solo es el hogar de los animales, también es el suyo. Aun así, organizan jornadas de puertas abiertas y cuando lo necesitan, acogen voluntarios.