Imagen de terrazas de diferentes establecimientos de restauración en Palma. | M. À. Cañellas - M.A. CAÑELLAS

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Crisis en la restauración de Mallorca: los cierres se triplicarán este año y se rozarán los 600. Este es el calculo que tiene Mallorca CAEB Restauración, e incluso, teme que puedan ser más. El presidente de la citada entidad, Juanmi Ferrer, precisa que en el ejercicio 2023 bajaron la persiana definitivamente 186 locales de la Isla, de los que 28 fueron por jubilación. «Estos cierres se produjeron en un buen año», por lo que advierte que «2024, que está siendo muy duro para el sector, calculamos que se triplicarán y no descartamos que se superen nuestras previsiones».

Ferrer explica que esto está motivado por «los abusivos gastos que sufrimos los restauradores mallorquines, que están matando al sector. Muchas empresas están en una situación límite, de colapso, y con ganas de abandonar o desertar». El representantes de los restauradores destaca que los beneficios se han desplomado en los últimos años; han pasado de rozar el 20 % a caer hasta el 6 %-8 %. Esto en el 'mejor de los casos', ya cada vez es más habitual trabajar durante algunos meses del año en números rojos, que algunos no pueden aguantar, lo que da lugar a la muerte del negocio.

Juanmi Ferrer, Presidente de Mallorca CAEB Restauración

Ante esta situación, insiste en que muchas empresas se están viendo obligadas a cerrar. «El 80 % de los nuevos negocios que abren cierran durante el primer año o cambia de manos», resalta. Ferrer asegura que el sector de la restauración siempre ha sido complejo, entre otras cosas por el elevado grado de intrusismo que existe. Sin embargo, denuncia que en los últimos años dicha complejidad ha ido a más, hasta el punto de estar asfixiando a muchos negocios. En este compleja situación influyen muchos factores, siendo los más destacados el sobrecoste de la insularidad, la subida de precios, el coste de la mano de obra, el aumento de la presión fiscal y las trabas burocráticas. «Estamos agotados y desmoronados», confiesa.

Sobrecoste de la insularidad

Ferrer expone que uno de los principales hándicaps a los que tienen que hacer frente es el sobrecoste de la insularidad. «Las materias primas son un 12 % más caras que en el conjunto de España, de alquiler pagamos hasta cuatro veces más, tenemos el convenio colectivo más caro, por no hablar de las dificultades que tenemos para encontrar personal ya que cada vez quieren venir menos personas a Mallorca por el elevado precio de la vivienda», relata.

Por todo ello, justifica que en Mallorca los precios sean más elevados que en la Península. «Nosotros no podemos dar una caña y una tapa por 1,50 euros como hacen en algunos lugares de la Península; aquí es totalmente inviable», justifica.

Subida de precios

Ferrer argumenta que tras la pandemia de la COVID-19 los gastos se han disparado. «El precio de los alimentos cada vez es más elevado; nuestros clientes lo saben porque lo sufren en sus economías domésticas. Los alquileres también han subido mucho, al igual que la electricidad o la tasa de basuras», lamenta. En este punto, señala que se ha generalizado la sensación de que «los restauradores nos estamos forrando y eso ha llevado a que otros sectores se quieran beneficiar de ese supuesto 'enriquecimiento'».

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Elevada fiscalidad

La elevada fiscalidad es otra de las principales críticas del sector de la restauración. «Es abusiva en España, en general, pero en Baleares lo es aún más», denuncia. Como muestra de ello, señala la tasa de incineración de residuos, «inexistente en otras comunidades autónomas y que ahora, incluso, tenemos que pagar por aforo». También lamenta que tengan que abonar este tributo cuando están cerrados en temporada baja. «Si no generamos residuos, ¿por qué tenemos que pagar su tratamiento», plantea.

El presidente de Mallorca CAEB Restauración denuncia queen los últimos 15 años las obligaciones con la administración se han disparado. «Cada vez nos piden más planes y protocolos, todos con sus consiguientes gastos que asumimos los empresarios». En este sentido, pone como ejemplo la huella de carbono, la prevención de riesgos laborales, los planes de igualdad, los certificados médicos de los empleados...

Una de las obligaciones que más indigna a los restauradores es el pago de los embargos de sus trabajadores, a los que ellos tienen que hacer frente. «Cuando tenemos un trabajador que tiene deudas pendientes con alguna administración nosotros tenemos que descontarle el dinero de la nómina y pagar al organismo competente; si no lo hacemos bien los responsables somos nosotros y tenemos que hacer frente a sanciones», explica. Además, cuestiona que se esté cumpliendo la ley de protección de datos y reprocha que las empresas más grandes tienen que pagar anticipos del impuesto de sociedades. «Esto las descapitaliza y en algunos casos, incluso, tienen que pedir préstamos a los bancos para poder hacer reformas». «Nos han traspasado su responsabilidad. Somos los recaudadores de todo», afea.

Inspecciones

Los restauradores también recriminan las «duras inspecciones que padecen. Nos miran con lupa; a nuestro alrededor hay negocios que no cumplen la normativa, la administración lo sabe y no hace nada. Vienen a los que saben que vamos a pagar las multas; el afán es totalmente recaudatorio», reprocha. «Estamos agotados y desmoronados», confiesa.

Caída de los beneficios

Todo esto, sumado al descenso de clientes, ha provocado una caída de los beneficios del sector de la restauración. «En Mallorca el beneficio medio ronda el 6 %-8 %, hace unos años rozaba el 20 % y los expertos sostienen que deberían ser de un 25 %», precisa. En este punto, detalla que aunque están facturando más porque han subido los precios, ahora tienen más gastos y menos clientes, por lo que el beneficio es menor. «Algunas empresas ya se han acostumbrado a trabajar algunos meses en números rojos; tenemos tantos gastos y obligaciones fijos que, a veces, nos sale más rentable cerrar en temporada baja que permanecer abiertos», concluye.

Ferrer lamenta no tener el apoyo deseado por parte de las administraciones y acusa a determinados neo políticos de crear un caldo de cultivo contra los empresarios, como si fuesen los malos. «Nosotros aportamos mucho a los pueblos y ciudades, la convivencia se genera en torno a nuestros locales», expone.