Antonio Asegurado, director del XXVI Encuentro Internacional de la Inspección de Educación. | Alejandro Sepúlveda

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Con más de 30 años ejerciendo como inspector educativo, Antonio Asegurado ha dirigido en Palma el XXIV Encuentro Internacional de la Inspección de Educación, que concluye este viernes. El también representante de la unión sindical que aglutina a estos trabajadores públicos atendió a las preguntas de este diario.

¿Por qué es tan importante el papel de los inspectores?
El padre y la madre, como usuarios del sistema educativo, quieren que haya garantías. Cuando surge un problema, que puede ser desde un conflicto entre alumnos o con un docente a cuenta de la evaluación, acuden a nosotros en última instancia. Tras recabar la información necesaria de las partes implicadas dirimimos quién tiene razón y cómo se debe actuar.   

Los docentes se quejan de que su autoridad moral está en cuestión, por lo que su oficio cobra todavía mayor relevancia. 
Es cierto que el usuario cada vez es más exigente y la sociedad ha cambiado mucho. Todos somos diferentes. Al centro se le dan más atribuciones y el niño pasa más tiempo en el colegio, algo que no ocurre en Portugal, por ejemplo. La educación debe continuar siendo un ascensor social para evitar que los pobres sean más pobres y los ricos más ricos, como sí que reproduce el sistema económico. Se deben romper esos moldes.

¿Y cree que se sigue dando?
Es como el mito americano de que puedes llegar a ser presidente. Y en España podemos decir que afortunadamente los mejores médicos, abogados o periodistas vienen de clase humilde por la educación pública que han recibido y en la que nosotros, como inspectores, hemos sido garantes. El que tiene dinero tiene más facilidades, pero el de la barriada marginal, no. Por eso hay que dar muchos más recursos para compensar.

¿Qué opina sobre las críticas que se hacen sobre cómo se enseña ahora respecto a hace años?
El modelo actual ya no busca transmitir conocimiento, sino que el alumno piense y tenga competencias para desenvolverse en la vida real, donde cambiará de profesión y tendrá que enfrentarse a muchos escenarios. Siempre se peca de los cambios pendulares: o todo es conocimiento y memoria, que no sirve, o pensamiento crítico y razonar. Para último también se requiere de lo primero. Debe de haber un equilibrio. Hay que mimar y cuidar el sistema educativo público.

¿Son suficientes para atender todos los asuntos que surgen?
Abarcamos desde los 0 a los 16 años en una sociedad cada vez más exigente, y eso requiere de mayores servicios y que estos sean transparentes. Los ritmos de la Administración son lentos y costosos y alguno pueden entender que como ciudadano no haya sido asistido. La mediación es una de las funciones básicas de los inspectores para poner en contacto a las partes enfrentadas y tratar de solucionar problemas. A veces se reducen a un simple malentendido entre el centro y los padres porque no ha habido una comunicación fluida. Por eso la visita a las aulas nos da una radiografía de lo que ocurre, de cómo se enseña o cómo se atiende a la diversidad del alumnado.   

Ha coordinado un libro sobre la FP con inspectores de España. ¿Reducirá el abandono?
La FP ya no se ve como hermana pobre del sistema educativo a la que solo accedían los que no hacían Bachillerato. Son unos estudios muy demandados y válidos que pretendemos adecuar a la realidad de cada región, que respondan a las necesidades.

Más allá de mejoras laborales, ¿qué reclaman al Gobierno?
Que tengamos un rango más elevado que un director de un centro educativo, por ejemplo. Llevamos muchos años pidiendo tener el nivel 29. El propio sistema jerárquico legitima esta petición para garantizar nuestra función. Además, es necesario que las plantillas sean más estables porque al cubrirlas con interinos son más manipulables al estar que teniendo plazas fija. Como sindicalista pido mayor independencia del poder político, no somos una guardia pretoriana, estamos al servicio de la Administración.