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Centenares de metros de estanterías rebosando documentos, planos y libros. El Centro de Cultura Militar de Balears custodia uno de los mayores archivos de las Islas en plena calle Sant Miquel. Registros que el Ejército custodia en algunos casos desde hace cinco siglos. En los últimos meses, un equipo de expertos en restauración han trabajado para recuperar algunos de los documentos más dañados por el paso del tiempo y poderlos conservar: decenas de planos con dos siglos de antigüedad, libros del siglo XVIII y otros tesoros han sido limpiados y protegidos.

El coronel Juan Arnao, director del Mueso Histórico-Militar del Castillo de San Carlos, es uno de los encargados de ese patrimonio: «El principal problema es saber lo que tenemos», apunta. Cada caja que se abre es susceptible de tener algún tesoro escondido. En estos trabajos, por ejemplo se ha localizado una patente de corso otorgada al capitán Robert Shiller Martin en 1799. Es la segunda que se encuentra en los archivos tras otro permiso de piratería dado por el almirantazgo británico a un capitán menorquín.

Uno de los principales objetos de esta campaña de restauración han sido los planos. Beroiz Pérez de Rada, directora del proyecto, explica que han recuperado setenta de los centenares que se conservan. «Pensábamos que íbamos a tener que actuar con tres o cuatro y nos hemos encontrado una gran cantidad. Hemos abarcado todo a lo que nos ha dado tiempo». Se trata de todo tipo de cartografías militares: desde recreaciones de batallas a elaborados mapas con cada detalle de las Islas durante tres siglos. El más antiguo data de 1756. Se trata de unos planos en sección del Castillo de Bellver llevados a cabo por un ingeniero militar de cara a unas posibles obras. «No sabemos si esa intervención se llevó a cabo o no. Esa es tarea de los investigadores», aclara Biel Noguera, otro de los miembros del equipo.
El proceso con los mapas ha sido similar: evaluar su estado, intervenir con gomas y abrasivos para limpiarlos, desadificar el material para evitar su deterioro. Buena parte de los fondos tienen a su favor la buena calidad del papel que se empleaba, elaborado con trapo y no con celulosa.

Claudia Suárez, también del equipo apunta a otro enemigo: la cinta de celo. Con ella se pegaron trozos y se intentaron reparar rotos pero, señala que se trata de un error: el pegamento se degrada, perjudica al papel y el propio plástico se degrada y hace mayor el problema. En todos los planos se ha cambiado por otros adhesivos más respetuosos. El equipo sólo ha llegado a intervenir en una de las grandes planeras en las que se conservan estos documentos que también recogen posiciones defensivas, baterías y otros elementos. «Como historiador local, son muy interesantes. Contienen una gran cantidad de información estadística, demográfica o estratégica», indica Noguera.

Una intervención que ha quedado pendiente por falta de tiempo afecta a un grupo de unas setenta vistas panorámicas de distintos puntos de la Isla. Los cartógrafos e ingenieros del Ejército recogieron a principios del siglo XX a tinta y pluma cada detalle del terreno: hasta la distribución de las parcelas. Se han protegido pero necesitan una restauración más a fondo. Pérez de Rada recuerda que cualquier trabajo posterior de catalogación y, sobre todo, una posible digitalización de los fondos tiene que haber sido precedida de trabajos de restauración de los fondos. El equipo también ha intervenido con los libros del «fondo antiguo». El más viejo de estos volúmenes se remonta a 1639: un manual para soldados de infantería de la época. Al acceder al armario donde se guardaban apareció un problema que ha retrasado la restauración: carcoma. Los libros tuvieron que ser puestos en cuarentena. Tratados con insecticidas, envasados al vacío y conservados así curenta días. Ante ese retraso, se ha intervenido en quince ejemplares, «los que necesitaban atención más urgente». Ahí, los problemas también han sido distintos. Uno de ellos tiene que ver con las tintas empleadas, elaboradas de forma tradicional con agallas de roble y que, al contener metal, produce óxidos que llegan a agujerear el papel. Lo queman. Esos boquetes son especialmente visibles en tomos como el índice que recoge todas las órdenes llegadas al Ejército en Balears desde 1717 a 1782. Son centenares de páginas manuscritas.

Otros daños que se ha encontrado el equipo tiene que ver con algunas litografías por la presencia de grasas en las mismas que se filtran y manchan el papel, por lo que las intervenciones intentan que no se filtre más y proteger el ejemplar. Otros dos volúmenes han tenido que ser encuadernados de nuevo y, los que están en peor estado se conservan ahora en cajas para protegerlos en una estantería provisional mientras se elimina la carcoma.

El Archivo, reconocido este año con la Medalla de Oro de Palma, ha llevado a cabo durante el verano una serie de obras para mejorar las instalaciones y permitir una mejor protección de los fondos. En septiembre, se arreglaron los tejados.

Además de la restauración extraordinaria, hay trabajos constantes en la biblioteca. Ahora mismo un expurgo de libros para retirar volúmenes de menores interés. «Es un patrimonio muy importante y que está abierto a toda la sociedad mallorquina», explica Arnao. Los fondos pueden ser consultados por investigadores. Por lo menos unos cuantos documentos únicos están ahora a salvo del deterioro unos cuantos siglos más.