Ibarretxe, que presentó el acuerdo como un paso «fundamental» para
la pacificación, centró sus críticas en el PP, tachando su discurso
de «guión de la intolerancia» y respondiendo de esta forma al
presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz, quien echó en falta su
«autoridad» y dudó de que el lehendakari quisiera poner la paz por
encima de la gobernabilidad.
Ante las críticas de PP y PSE, que destacaron que con el pacto
se había consolidado el frentismo y se trataba de pagar un «precio
político» por la paz, Ibarretxe vio necesario que PNV, EA y EH
demuestren que pueden trabajar para todos los vascos para «tapar
tanto insulto como estamos recibiendo».
El lehendakari insistió en que el pacto es «un paso fundamental
en el proceso de paz para poder vivir en un país sin violencia»,
defendiendo a capa y espada una opción «igual de legítima que el
resto» y que posibilita entrar «en una época de ilusión y de paz».
Subrayó que su «satisfacción» no es porque vaya a dotar de
estabilidad política a su Gobierno, sino porque «ofrece a la
sociedad vasca garantías sólidas para conseguir la paz».
Ibarretxe recalcó que el acuerdo es «para todos los vascos» y
que «no prejuzga futuras alianzas». Frente a las críticas, el
lehendakari subrayó que «no se puede engañar a la sociedad vasca».
Por ello, pidió a estas formaciones que no pierdan la perspectiva,
destacando que «gracias» a la «generosidad» y apuesta de los
nacionalistas se ha logrado la tregua de ETA. Pero estos argumentos
no sirvieron a las formaciones no nacionalistas. Iturgaiz acusó al
lehendakari de haberse quedado sin margen de maniobra al haber
aceptado gobernar con un partido que se sitúa fuera de los
«extramuros de la democracia» y que aún no ha condenado la
violencia, dudando de las palabras del lehendakari respecto a su
objetivo de poner la paz por en encima de la gobernabilidad. «El
acuerdo sigue poniendo precio a la paz», indicó, para agregar que,
a su juicio, Ibarretxe ha sido puesto «a la cabeza de la
manifestación de los objetivos que quiere ETA».
Tanto Iturgaiz como el secretario general del PSE, Nicolás
Redondo Terreros, lamentaron durante sus intervenciones el olvido
del Estatuto de Gernika en el acuerdo, que para el dirigente
socialista debe ser el «denominador común» del trabajo entre los
partidos.
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