TW
0

Las declaraciones realizadas el sábado pasado por el presidente del PNV, Xabier Arzalluz, en las que criticaba que ETA matara a un cocinero y no intentara «destruir el poder contra el que está», provocaron un día más la respuesta de los partidos firmantes del «Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo». Por una parte, el PSOE cree que las palabras del líder nacionalista son «casi una incitación al crimen», mientras que el PP arremetió contra unos planteamientos que tachó de «totalitarios».

Sin embargo, asociaciones de jueces y fiscales descartaron ayer que las declaraciones de la polémica tengan trascendencia penal. El secretario general del PP, Javier Arenas, no dudó al considerar que los planteamientos «totalitarios» de Arzalluz son «poco humanos» y similares a los de HB. En su opinión, esta situación reclama elecciones para que pueda gobernar en Euskadi una persona de «centro reformista». No obstante, estas declaraciones no cogen por sorpresa al dirigente popular, ya que desde hace tiempo el líder del PNV viene diciendo «auténticas barbaridades». A juicio de destacados dirigentes del PP y el PSOE la Fiscalía debería analizar las declaraciones de Xabier Arzalluz por si hay indicios de delito.

Sin embargo, asociaciones de jueces y fiscales rechazaron que estas afirmaciones puedan ser constitutivas de delito. La única de las consultadas que cree que los partidos que estimen oportuno hacer uso de acciones penales por este hecho están legitimados para ello es la Asociación Profesional de la Magistratura (APM). El portavoz de esta asociación, José Luis Requero, afirmó que, al menos, las declaraciones que podrían ser constitutivas de delito son las referidas a que el asesinato de Carrero Blanco o el de Melitón Manzanas «fueron poco menos que un acto cívico». La Unión Progresista de Fiscales (UPF) cree que las palabras de Arzalluz «en absoluto» pueden constituir un delito, mientras que calificó de «grave irresponsabilidad» la actitud mostrada ante este asunto por otros partidos en el País Vasco, ya que, a su juicio, supone un intento de «criminalizar el nacionalismo moderado».