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El presidente del Gobierno, José María Aznar, lamentó ayer que España, en su Transición política, no contara con «los apoyos que merecía» internacionalmente para luchar contra ETA y abogó, en toda democracia, por una «firme intransigencia contra los intolerantes». En la sesión inaugural de la Conferencia sobre Transición y Consolidación Democráticas que se celebra en Madrid, Aznar elogió la figura del Rey de España y la labor del ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez en ese camino hacia la democracia. El jefe del Ejecutivo aseguró que el peor enemigo de toda transición es aquel que no quiere la democracia y el «fanático para quien, en su horizonte, no aparece el respeto para quien piensa de forma diferente».

«Sabemos los españoles, por desgraciada experiencia, que en los casos más patológicos, el fanático es capaz de llegar al punto de asesinar al que no encaja en su proyecto para tratar de imponer por vía del terrorismo, de la exclusión, aquel proyecto político que, en el fondo, sabe inalcanzable, tanto por razón como por la fuerza, sencillamente porque carece de ambas», afirmó. Aznar abogó por un «escrupuloso respeto» a las reglas del juego como clave esencial en toda democracia y para que eso sea efectivo defendió «una firme intransigencia frente a los intolerantes». Para él, todo cabe dentro de las normas de convivencia, excepto la negación del derecho del otro a ser protegido por dichas normas. Advierte que nadie puede pretender imponer su punto de vista al cien por cien y aconseja dosis de «flexibilidad» en todo proyecto político.

Tras aludir a la actual situación internacional tras los atentados terroristas sufridos el 11 de septiembre por EE UU, Aznar dijo que una de sus consecuencias será que los procesos de transición contarán cada vez más con más apoyos de la comunidad internacional para neutralizar «elementos de esta especie». Fue en ese momento cuando lamentó que España «no tuvo siempre esos apoyos en la medida que los merecía».

Destacó también que la Transición española fue fruto de un esfuerzo colectivo coronado por el éxito y que, afortunadamente, pertenece al pasado, por lo que dijo que cuando dirigentes extranjeros felicitan por ese proceso, existe «cierta sensación de anacronismo», ya que el país lleva mucho tiempo instalado en la normalidad democrática. Calificó de «doblemente meritorios» los procesos de transición de los países del centro y del este de Europa, ya que han tenido que construir, al mismo tiempo, un tejido político, una nueva cultura del Derecho y nueva economía.