Antonio Camacho, principal acusado por el «caso Gescartera».

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Esta circunstancia permitió a Gescartera apuntar pérdidas en estas supuestas inversiones para contrarrestar las plusvalías ficticias que anotaba a los clientes reales. Los dos imputados que declararon, padre e hija, Ignacio y Elena Sánchez, explicaron que buscaron a estas personas a petición de Julio Rodríguez Gil, asesor fiscal que trabajó para Antonio Camacho y que actualmente se encuentra en prisión preventiva por su implicación en esta causa. Según su declaración, Rodríguez Gil, alegando que era empleado de Hacienda y que no quería figurar, les pidió que buscaran varias personas que aceptaran firmar unos contratos de inversión en blanco y que entregaran una fotocopia de su carné de identidad.

Esta operación les permitiría ganar a cada uno de los firmantes 250.000 pesetas si las inversiones iban bien y no perder cuantía alguna si resultaban fallidas. Ignacio Sánchez, que ya tuvo que declarar sobre estos hechos ante la policía y que no firmó ninguno de estos contratos, reconoció que consiguió captar con esta operativa unas diez personas, todas ellas de su entorno, e, incluso, aseguró que había más voluntarios dispuestos a dar sus datos. Elena Sánchez declaró a la juez que aceptó la propuesta que le hizo su padre de buscar candidatos, porque estaba sin sidenro y no tenía nada que perder, ya que no disponía de bienes.

Por éste motivo propuso a compañeros suyos del bar de copas «Mikonos», que participaran en la operación. También planteó el negocio a varios amigos suyos, como su compañera de piso. Elena Sánchez, según fuentes consultadas, reconoció ante la juez que tenía entendido que el fin de la operación era que Rodríguez Gil blanqueara dinero, algo que su padre no llegó a admitir.

También compareció ayer ante la juez, esta vez como testigo, el ex director de la gestora de fondos de Gescartera y anteriormente encargado de la inversión de derivados de la entidad, Marcos Quevedo, quien aseguró desconocer la operativa de plusvalías y minusvalías supuestamente ilegal que se utilizaba en la agencia. Quevedo también negó, por tanto, haber aplicado plusvalías ficticias a varios de sus familiares, aunque reconoció que su mujer, su hermana, su cuñada y su cuñado fueron clientes de Gescartera mientras él fue empleado de la entidad.

El apoderado de Gescartera, José María Ruiz de la Serna, afirmó en su última declaración en la Audiencia Nacional que Quevedo apuntó a sus familiares sin ser clientes de la agencia plusvalías obtenidas en la cuenta del sacerdote Teodoro Bonilla por importe de 589.000 euros. Fuentes jurídicas explicaron que Quevedo aseguró a la juez que desconoce qué cuantía de beneficios obtuvieron sus familiares en sus operaciones y si se elevan a esos 589.000 euros. El testigo hizo estas declaraciones pese a que uno de los letrados le presentó unos documentos entregados por el HSBC en los que consta que realizó operaciones de compra-venta de derivados para unos 40 ó 50 clientes, entre ellos varios miembros de su familia.