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La detención el martes en Madrid de los etarras Imanol Miner y Mikel San Argimiro por la Guardia Civil ha puesto de manifiesto la falta de coordinación entre este cuerpo y la Policía Nacional, ya que la intervención de los miembros de la Benemérita se produjo mientras agentes de la policía vigilaban el coche. El resultado de la operación, en la que uno de los etarras escapó, creó tal malestar en la policía que incluso algunos comisarios o jefes superiores se planteaban dimitir, según aseguró ayer el secretario general del Sindicato Unificado de Policía (SUP), José Manuel Sánchez Fornet.

El delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Javier Ansuátegui, intentó ayer apaciguar el debate en torno a la descoordinación entre los cuerpos de seguridad nacionales, afirmando que la operación se realizó de forma conjunta coordinada desde la Secretaría de Estado de Seguridad. Ansuátegui subrayó que la detención fue hecha por los agentes «que estaban más cerca». El debate saltó cuando se supo que los miembros de la Guardia Civil detuvieron a los dos etarras mientras la policía vigilaba su coche. Según explicaron fuentes de este último cuerpo, la policía había conseguido localizar un Clío blanco que un vecino había visto cómo se le cambiaba la matrícula en un descampado.

Los agentes habían estado varios días vigilando el vehículo a la espera de que los etarras fueran a recogerlo. El lunes por la noche, los agentes de policía vieron que en la misma zona había varios miembros de la Guardia Civil que también estaban buscando el mismo coche. Para evitar problemas de coordinación, los primeros avisaron a sus superiores para que desde la Secretaría de Estado de Seguridad dieran órdenes para que la Benemérita se retirara al tener controlada la zona. Sin embargo, según las fuentes consultadas, la Guardia Civil no sólo no retiró el servicio, sino que incluso lo reforzó.

Los agentes de la policía vieron con sorpresa cómo, cuando los dos etarras detenidos iban a subir al vehículo, eran detenidos por agentes de la Guardia Civil, lo que provocó un gran malestar en el Cuerpo. Las fuentes de la policía consultadas creen que con una mayor coordinación se hubiera conseguido también detener al hombre que consiguió huir, Balbino Sáez Olarra. En rueda de prensa Ansuátegui subrayó que la operación se realizó de forma conjunta y que la Guardia Civil detuvo a los hombres porque «estaba más cerca». En relación a Sáez Olarra, dijo que se sospecha que aún se encuentra en Madrid.

El secretario general del SUP, José Manuel Sánchez Fornet, achacó la descoordinación de la operación a las rencillas entre ambos cuerpos. Fornet declaró que es lamentable que «por celos profesionales entre mandos, una de las pocas veces que conseguimos tener un coche de ETA con micrófonos al que podíamos haber hecho un seguimiento, por prisas nos hayamos quedado sin esa herramienta». Explicó que incluso algún alto mando se había planteado presentar su dimisión después de ver cómo se habían desarrollado las cosas. Una situación que, en su opinión, es fruto de la desesperación que produce «que un terrorista escape». El «comando Madrid» de ETA planeaba cometer atentados con teléfonos móviles, una modalidad que ya ha utilizado la banda al menos en tres ocasiones, informaron fuentes de la lucha antiterrorista. Entre el abundante material incautado se halló un escrito en eusquera con instrucciones para elaborar este tipo de artefacto.