A las dos de la madrugada de ayer llegué a Muxía, tras haber
aterrizado dos horas antes en el aeropuerto de Santiago. La lluvia
y la calzada helada en algunos tramos "y en otros en obras (entre
Santa Comba y Muros, por ejemplo) aconsejaron precaución y cautela,
y por supuesto no pisar alegremente el acelerador. A mitad de
camino hicimos un alto. Nos detuvimos en el Novais Bar, de Ponto
Nouro, cuyo propietario, Ramón García, tiene un hijo en Mallorca,
Isla que conoce muy bien. «Su madre y yo estamos separados y él
vive con ella. Pero esta semana se vendrá a pasar un par de días
conmigo».
Ramón, que pese a la hora avanzada de la madrugada tiene gente
en el bar, se queja de lo mal que lo han hecho, tanto gobierno
central como de la Xunta . «Al 'Prestige' lo han estado paseando de
Norte a Sur y de Este a Oeste, como si fuera una vaca. Si se lo
hubieran dejado a cuatro marineros de la zona, seguro que no
hubiera pasado lo que ha pasado. Seguro que lo hubieran metido en
una playa y allí lo hubieran vaciado, con lo cual se habría evitado
esta catástrofe de la que no nos vamos a recuperar nunca».
Tras un descanso de cuatro horas en el Hostal Cruz de Muxía, y
con una oscuridad que no nos dejaba ver el mar que teníamos
enfrente nos acercamos al polideportivo, lugar en que pernoctarán
los voluntarios mallorquines que vuelan mañana, a las 6, para
prestar ayuda al pueblo gallego, precisamente desde esta localidad
marinera de la Costa de la Muerte, muy afectada por las
consecuencias de la mancha de fuel. En dicho polideportivo, a esas
horas, habría por lo menos 700 jóvenes, la mayoría universitarios
llegados del País Vasco, la Rioja y Madrid, que comenzaban a
desperezarse, para afrontar una nueva y dura jornada que llegaba
acompañada de lluvia y viento que iba a obligar a que todos los
barcos que salían a diario a impedir que la mancha progresara en su
camino hacia la costa, se quedaran en puerto.
Sobre las ocho, comenzaron a entrar en el comedor que ha sido
habilitado en la lonja, frente al mar. Media docena de soldados
sirven café a los voluntarios, que tras acopiar pastas y frutas
toman asiento frente a mesas alargadas para desayunar. Poco a poco,
y a vista de pájaro, desde lo más alto de la lonja, aquello es lo
más parecido a un mosaico de colores por los monos blancos que
lucen los voluntarios, por los impermeables anaranjados de los de
protección civil, por lo uniformes de camuflaje del Ejército, y por
los chubasqueros verdes de Tragsa, o Medio Ambiente. A unos que
están haciendo cola frente a unas dependencias donde se entrega
ropa de faena, y que por lo que veo son de la tierra, les comento
que Aznar va a llegar a Galicia y que Matas, el ministro, puede
hacerlo el martes. «Pues los van a recibir a pedradas, porque aquí
la gente está indignada con el gobierno, tanto central como de la
Xunta. Por lo mal que han reaccionado».
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