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EFE-SALAMANCA
Decenas de miles de personas salieron ayer a la calle en Salamanca para exigir la unidad del Archivo de la Guerra Civil, en una manifestación en la que se corearon constantemente las consignas de «España no se vende» y «Zapatero, traidor». La manifestación contó con la participación de 100.000 personas según el Presidente de Castilla y León, mientras que la Policía Municipal ofreció la cifra de 80.000 y la Subdelegación del Gobierno situó la asistencia en 30.000.

«Por nuestros valores. Por nuestra historia en común. Por nuestra dignidad» fue el lema de la protesta, organizada por el Ayuntamiento de Salamanca y cuyos responsables consideraron que puede ser la única medida para hacer recapacitar al Gobierno y frenar el proyecto de Ley que dará cobertura a la salida de los papeles, ahora en trámite parlamentario. Al inicio de la manifestación, la Plaza Mayor, el lugar de partida de la misma, registró un lleno completo, lo que supone la presencia de al menos más de 25.000 personas, en función de la capacidad y área del ágora, según los cálculos municipales.

Además, los aledaños de la Plaza estaban llenos, y cuando la cabecera culminó el kilómetro y medio de recorrido, todo éste se encontraba aún repleto, pues la cola aún no había salido. La cabecera, presida por una pancarta con el lema de la manifestación, salió poco después de las ocho de la tarde y en la misma estaban presentes, entre otros, los presidentes de Castilla y León y Madrid, Juan Vicente Herrera y Esperanza Aguirre; el presidente de las Cortes regionales, José Manuel Fernández Santiago; el alcalde de Salamanca, Julián Lanzarote; y el secretario general del PP, Angel Acebes, junto a representantes empresariales y sociales de la ciudad.

Decenas de personas, muchas llegadas en los casi doscientos autobuses fletados por el PP (170) y otras organizaciones, flanquearon el recorrido y aplaudieron a los portadores de la pancarta, de ocho metros de largo, mientras recorrían las angostas calles del centro histórico hasta llegar al Colegio de San Ambrosio, sede del Archivo, donde la gente comenzó a gritar «el Archivo no se mueve».