Andrey M. fue detenido alrededor de las nueve y media de la
mañana de ayer en la palmesana barriada de la Soledat, cuando
estaba en la calle y salía de un inmueble cuyo inquilino hacía unas
cuantas noches que le dejaba dormir en la casa, pero que no tiene
ninguna relación con las presuntas actividades del arrestado.
Fuentes no oficiales han señalado a Ultima Hora que Andrey M.
habría llegado a la Isla hace varias semanas, y que efectuó varios
viajes a Eivissa. Por parte de este periódico se ha confirmado que
el joven se presentó el jueves de la semana pasada en la mezquita
situada en la zona de Pere Garau, en Palma. Allí lo recuerdan como
un joven «alto, rubio, que hablaba muy poco español y muy bien el
árabe, lo que nos llamó la atención».
Estas personas, que ayer estaban en la mezquita, cuentan que el
joven no se identificó. «Sólo dijo que era bielorruso, llevaba dos
bolsas con ropa dentro -cuentan- y dijo que no tenía ningún dinero
y se interesó por los mercadillos que hay en Palma y otras
localidades de Mallorca, como medida para ganarse la vida». En la
mezquita le hicieron un vale con el que se dirigió a un 'kebab' y
le dieron de comer. Los asiduos de la mezquita añaden que en los
días posteriores solía comer y beber de la caridad de los
musulmanes de la zona, hecho que consideran habitual con recién
llegados a la Isla. También el imán recuerda que el joven le pidió
permiso para poder dormir en la mezquita, a lo que le dijo que no
era posible porque desde hace ya tiempo se tomó una decisión en ese
sentido.
Después, el joven contactó con un marroquí, al que le pidió que
le dejara dormir en su casa. El hombre accedió «si sólo se trata de
un par de días». Es de este inmueble de donde salía la mañana de
ayer el presunto terrorista cuando fue detenido. En la mezquita
también se comentó ayer que, desde el pasado jueves, el joven
acudía cada día a la hora de los rezos, y sobre los motivos de su
detención aseguran que en ningún momento hizo propuesta alguna, «es
más, parecía un joven muy reservado», e hicieron hincapié en el
hecho de que se extrañaron mucho al comprobar que hablaba tan
correctamente el árabe «y lo justo el castellano».
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