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El espectacular auge que han registrado durante estos últimos años los sectores de la construcción e inmobiliario ha disparado los precios con cifras sobrevaloradas y artificiales, que no se corresponden con la realidad de un mercado que ha tocado techo y empieza a dar síntomas de agotamiento.

El gran número de hipotecas que han concedido con gran celeridad las entidades financieras constituyen un pesado lastre que agobia las economías familiares, con el agravante de los tipos de interés en aumento.

El parque de viviendas que se ha edificado con demasiada precipitación y alegría en Menorca ha entrado en una fase de claro estancamiento, como lo confirma la recesión de los precios y el cada vez mayor número de carteles con el famoso «se vende», que proliferan por doquier. Esta debilidad tendrá su reflejo, durante los próximos meses, en las economías familiares, la subrogación y la refinanciación de los créditos hipotecarios aprobados, así como en una ralentización de los sectores productivos vinculados, o bien directamente o bien como empresas auxiliares, a la edificación y la gestión inmobiliaria.

El propio mercado se encargará, con la ley de la oferta y la demanda, de poner las cosas en su lugar, porque la burbuja de la construcción no estallará de repente, sino que el globo que han hinchado, interesadamente, especuladores, constructores, apis y comisionistas, se irá deshinchando. Llega el momento de que la situación se vaya normalizando, que se acabe con la espiral de miles de euros que se mueven en transmisiones que han convertido los despachos de las notarías en un lugar al que se ha acudido con demasiada frecuencia.

Lo grave será el coste -no sólo económicoque deberán pagar familias y parejas que confían en sus sueldos para sobrevivir y pagar el precio de una casa que no vale lo que han firmado.