Un grupo de gente se desplaza entre el despliegue policial en el lugar del atentado ocurrido en las Ramblas de Barcelona. | Andreu Dalmau

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Numerosos mallorquines se vieron afectados este jueves por el atentado de Barcelona. Ninguno de ellos sufrió daños, aunque algunos sí lo vivieron prácticamente en primera persona. Todos ellos sintieron en su propia piel el pánico y la vulnerabilidad que provocan los ataques terroristas.

Neus Sánchez trabaja en la direcció general de Política Lingüística de la Generalitat, vive en Barcelona desde hace un año y medio y se encontraba cerca de La Rambla cuando sucedió el ataque. Caminaba por la calle Pelai, cuando vio una avalancha de gente corriendo. «Me giré y vi una furgoneta blanca que hacía eses encima de La Rambla arrollándolo todo», explicaba por la tarde todavía conmocionada. En ese momento hablaba por teléfono con su padre y le dijo que tenía que colgarle. Junto a otros transeúntes se refugió dentro de un banco ya que no sabían la dimensión de lo ocurrido. «Vimos muchos coches de la Guardia Urbana y luego vimos las ambulancias hacia La Rambla», recordó. Al salir del banco donde se refugiaban continuaba la marea de gente corriendo, llorando y presa del pánico. «No sabíamos qué pasaba y nos refugiamos de nuevo en un bar unos 20 minutos». La familia de Neus vivió esta situación atemorizada desde Mallorca. En cuanto la joven pudo les envió un audio para tranquilizarlos, aunque por su voz se transmitía la situación crítica por la que estaba pasando.

Joan Busquets, auditor, no estaba en el centro de Barcelona por pura casualidad, ya que «tenía previsto ir de compras pero no lo hice por pereza». Su novia, Carlota Ladaria, salía de trabajar a las 17:00 horas, cuando se produjo el atentado, y la llamó para contarle lo que había ocurrido y pedirle que no cogiera el metro en la Sagrada Familia por temor a que hubiese otro atentado. Él mismo fue a recogerla y encontraron mucha policía. Viven cerca del hospital de Sant Pau y las sirenas de las ambulancias sonaban sin cesar.

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Pema Maymó, editora, reside cerca de donde decían que se había atrincherado un terrorista. El pánico que se vivía en la zona en su caso era mayor, ya que está embarazada y ayer salía de cuentas; no sabía si tendría que ir al hospital. Además, sus hijos van al colegio El Raval, por lo que tenían miedo a que alguno de sus conocidos se hubiesen visto afectados por el ataque.

Roser Amills, escritora, se encontraba en el barrio de Gràcia, donde se iba a realizar una actividad de poesía, que fue suspendida. Además, su hijo trabaja cerca de la Rambla y no pudo acceder a su lugar de trabajo.

Toni Amengual, fotógrafo, llevaba varios días sin salir de casa y este jueves decidió ir a comprar un libro cerca de La Rambla. Antes de entrar en la librería le sorprendió un coche de Policía circulando en sentido contrario; al salir vio a mucha gente corriendo y al bus turístico a toda velocidad. Desconocía que se había producido un atentado, pero sospechó que algo pasaba.

Miquel Rosselló, periodista, salía de paseo por Gràcia, donde se celebran las fiestas, con su mujer y su hija de tres años y «comenzamos a ver policías muy nerviosos y nos empezaron a llegar whatsapps y decidimos volver a casa. Pese a vivir en la zona alta de Gràcia, el ruido de las sirenas era incesante, «como un estado de emergencia».