El mayor riesgo de disfrutar de una cena o unas copas en una terraza durante el verano de la nueva normalidad es el de no respetar la distancia de seguridad y compartir alimentos o cubiertos con otros comensales.
Dado que no se puede comer ni beber con mascarilla, es importante mantener una distancia social de al menos 1,5 metros, como estableció el real decreto de transición hacia la nueva normalidad.
Esta separación evita que nos alcancen las gotículas que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar, y que según la OMS, difícilmente pueden recorrer más de un metro de distancia.
Otra medida esencial para evitar el contagio es la de no compartir alimentos ni bebidas: tapas individuales, evitar coger ceniceros, saleros o beber del vaso de otro.
Aunque la infección por la vía alimentaria es algo más complicada. «El contagio es posible, no es el mecanismo habitual. Si es un COVID positivo con una carga viral importante y se bebe del mismo vaso, quizás te puedes contagiar», explica Federico Arribas, secretario de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE).
Dado que el coronavirus es un virus respiratorio, ingerir alimentos es en general una práctica segura. Además de garantizar la distancia de seguridad entre clientes y mesas, los establecimientos de hostelería deben adoptar numerosas medidas para minimizar el riesgo que nos interesa observar cuando se llega a una terraza.
Que todos los camareros y empleados lleven mascarilla y se pida a los clientes que usen gel hidroalcohólico a la entrada de la zona de servicio dan buenas pistas sobre la seguridad en ese local.
Muchos establecimientos han puesto a disposición de sus clientes, por primera vez, cartas o menús digitales y desinfectan el mobiliario tras cada servicio.
Otras medidas habituales antes de la pandemia, como la posibilidad de pagar con tarjeta o con el móvil, el recambio de la mantelería y retirar el uso de utensilios de autoservicio, como servilleteros, son ahora más necesarios que nunca.
Con todo, desde la SEE insisten en que lo fundamental no es el «control de fómites» (sustancias o superficies que, si se contaminan, puede transferir el patógeno de un individuo a otro), ya que la principal vía de contagio de la COVID-19 es respiratoria.
De ahí que tan importante como las medidas de desinfección que se exige al personal hostelero sea que los clientes lleven la mascarilla puesta hasta que empiecen a consumir y, sobre todo, mientras les toman la comanda.
«Somos mediterráneos, nos gusta la proximidad social, nos gusta salir y terracear y eso dificulta mucho el control», advierte Arribas.
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