Llegó a Mallorca con la idea de pasar la Nochebuena del año pasado con sus hijos. Se llama Francisco y tiene 82 años. Estuvo los primeros días en Cala Rajada pero fue alargando su estancia en la Isla. El inicio del estado de alarma –que llega este martes al día que hace 66– le cogió en la casa de uno de sus hijos en el barrio de Pere Garau, donde se concentra parte de la población china que reside en las Islas.
Allá, el mercado municipal comparte espacio con comercios, bazares, peluquería, bares y establecimientos donde sus carteles definen el origen de quienes los regentan. Cuando Francisco llegó a Mallorca, hacía ya unos días que se habían dado en Wuham varios contagios de un virus que todavía no se había identificado.
Franscisco regresará, al fin, a Granada en los próximos días. Ha comprado una maleta. La ha conseguido en la tienda llamada Qui Xin. Ha podido acceder al interior y elegirla. La tienda reabrió la semana pasada. Otras de la zona lo hicieron en días diferentes. Algunas, como una zapatería, esa misma mañana.
No se vive el ajetreo comercial de otras partes de la ciudad. Es como si el calendario de la zona no se correspondiera exactamente con el de las fases que marcan la desescalada.
No sorprende demasiado. Las tiendas chinas –esas en la que puedes encontrar de todo aunque cueste comunicarse con quien está despachando y haya que recurrir a las señas– ya habían cerrado cuando el presidente Pedro Sánchez anunció el 14 de marzo el estado de alarma que avanza hacia su quinta prórroga y puede llegar hasta julio.
«Poca gente», «poco negocio». Es la respuesta más habitual. José también ha encontrado lo que buscaba en otra tienda: una garrafa de plástico. Iba con la idea de lo que quería comprar y lo ha pedido directamente. «No, no, mascarillas no se venden aquí». El encargado del bazar Wan Xian sonríe ante la pregunta. Él si lleva una. En otros locales (como en el que Francisco ha dado con su maleta para regresar a Granada) el encargado lleva una pantalla facial. En la mayoría de ‘chinos' no se puede entrar y pasear hasta dar con algo que te llame la atención. Aunque sepas que, generalmente, lo que buscas está en una hilera del fondo.
Restaurantes y bares
El letrero pegado a un cristal del bar Pedro Garau (el nombre está en castellano) es claro: no se puede pasar al servicio. Ahí se cumple con las primeras indicaciones sobre la apertura de terrazas. En general, a esa hora de la mañana (que coincide con el tramo de «mayores» y que todavía está vigente) se puede elegir sitio para sentarse.
Es lo que ha hecho Rafi, una mujer que ha entrado antes al mercado y ahora hace tiempo para buscar algún sitio «de joyas». El lunes no es el mejor día para el Mercat de Pere Garau. El bar Picadas no ha abierto su terraza aunque tenga opción de hacerlo en esta fase 1 que se prolongará hasta el lunes 25.
Las calles de las ‘pequeña china' llevan su propio ritmo y paseando por algunas podría parecer que es la fase 0. Hay puertas medio echadas y otras echadas del todo.
Entre la plaza de Pere Garau y la calle Aragó (en la calle Uetam), el restaurante chino está sólo abierto para encargar pedidos o recogerlos. Prefieren no comentar nada. Hasta el inicio de la fase 2 no se podrá acceder al interior de los bares y restaurantes y será con aforo limitado. Las tiendas de telefonía móvil pudieron abrir, como las de alimentación, desde el principio. Las ‘chinas' sigue atendiendo en la puerta.
Lo que ocurre en el despacho de loterías de la calle Manuel de los Herrerros –que ha abierto por primera vez– no se diferencia de lo que ocurre en otras administraciones de Palma. Hay gente pero sin ilusión desbordante. Resulta además complicado para quien no es una persona experta, entender la compleja ‘desescalada' de los sorteos. Todo hay que pensárselo mucho.
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