En la plaza de los Patines aún quedan restos visibles de la acequia de la Font de la Vila. | M. À. Cañellas

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Recorre las entrañas de Palma y permanece invisible ante los ojos del palmesano del siglo XXI. Pero la Font de la Vila sigue muy presente en la ciudad, con restos diseminados en un buen puñado de rincones. Un ciudadano sin los ojos entrenados considerará que son piedras antiguas sin ningún sentido. Y sin embargo, los restos de la Font de la Vila (o Ayn al-amir, la fuente del Emir) como se conocía entonces, son el vestigio de una de las mayores obras hidráulicas del siglo X que aún permanecen en nuestras calles y que dieron de beber a los palmesanos de hace once siglos. Junto a la Font de la Vila estaban la Font d’en Baster y la del Mestre Pere i de na Cerdana, pero es la primera la que destaca en toda la Isla.

El nuevo Plan General, de acuerdo con el Pla Territorial Insular de Mallorca, define las rutas de interés natural y paisajístico sobre estas fuentes históricas, que están incluidas en el nuevo Plan General del término municipal de Palma, con el objetivo de conservarlas y darlas a conocer. Según Magdalena Riera, arqueóloga municipal, «la Font de la Vila es un sistema de captación y distribución de agua que suponemos que fue diseñado en el siglo X y sirve para traer el agua a la ciudad. Es una surgencia junto a la carretera de Valldemossa, un poco más arriba del campus de la UIB».

Aunque la mayor parte de su recorrido se encuentra en suelo rústico, todavía quedan vestigios en el interior de la ciudad. Así, en 1232 se contabilizaban once molinos de agua, concentrados en la parte superior de la acequia. Hacia 1381 se regaba una superficie superior a las 1.000 cuarteradas. El agua entraba en Palma por la Porta de Santa Margalida y bajaba por las calles de Sant Miquel y Jaume II hacia el Palau de l’Almudaina. Esta obra de ingeniería hidráulica es una muestra de la habilidad de los musulmanes que vivían en la Isla en la época.

Cuando el rey Jaume I conquista Mallorca en el año 1229 encuentra en Madina Mayurqa (como se conocía Palma en la época) una importante red de canalizaciones que distribuían el agua de este manantial y de las cercanas Font de na Bastera y Font del Mestre Pere para el regadío de numerosos huertos de la zona y el abastecimiento de la ciudad de Palma.

Derecho de agua

«El agua de la acequia no llegaba a la población en general. Gran parte de las casas y edificios se abastecían con cisternas de lluvia. El derecho de tener agua se adquirió con la propiedad de las casas, cuando se distribuyeron después de la conquista. Entonces sí tenían derecho a agua de la acequia, aunque no todas, por lo que se generalizó el sistema de cisternas», cuenta Riera.

Cuando se construyó la Font de la Vila, Madina Mayurqa «tenía como mucho 10.000 habitantes», cuenta la arqueóloga, que añade que «dentro de la ciudad había también una gran parte de huertos, como el del convento de Santa Clara». El espíritu práctico de los conquistadores les llevó a conservar toda esta infraestructura musulmana, «vieron que las obras eran muy útiles y los conquistadores no sabían replicarla. A lo largo de la historia mantuvieron su capacidad de obtener agua y las conservaron el tiempo necesario».

Los primeros proyectos de canalización del agua de la ciudad datan de 1867 y en 1913 el Ajuntament, de forma unánime, decidió adquirir las aguas de la Font de la Vila.

La acequia atraviesa el prado de la Font de la Vila y pasa por el molino de Son Ripoll, al que le sigue es Siquiot, que transcurre en paralelo a la carretera de Valldemossa. La parte visible data del siglo XVII, aunque se asienta sobre una base que podría remontar al siglo XIII. También están identificados varios molinos: de Son Ripoll, Son Pons de la Terra, des Palmer, de l’Alzina, dels Reis, de La Real, de Son Tugores y d’en Carreres.

Tras pasar por varios molinos, entra en la ciudad, donde quedan varios restos como en la cale Bolero, número 31 o en la cale Felip, número 19, donde se mantiene el molino d’en Carreres, rodeado de edificios y junto al antiguo mercado municipal del Camp Redó.

Tras el Cuartel de Automóviles, entre la calle Alfonso el Sabio y Guillem Fortesa, también quedan rastros, así como pilares y arcos del acueducto en un subterráneo en la calle Cecilio Metelo, número 6. Quizás uno de los restos más espectaculares que quedan de la Font de la Vila en el centro de la ciudad son los que aún permanecen en la plaza Berenguer de Palou (conocida como plaza de los Patines), que se mantienen en un solar abandonado.

El rastro de la Font de la Vila se puede seguir aún por el Casc Antic a través de sus numerosos aljibes, como el del Teatre Principal, el Parlament, Es Baluard, en los jardines del Palau March o en la plaza del Pes de la Palla. Según Riera, «no son accesibles al público y están cubiertos. Solo tienen una pequeña trampilla como entrada».

La Font del Sepulcre, en la calle Concepció, y la fuente de la plaza d’en Coll, con un depósito subterráneo, permanecen visibles al público, y se tienen noticias de tramos de acequias, hoy enterradas, pero aún intactas en la calle Argenteria, Comte de Sallent y entre la calle Palau Reial y la plaza de la Reina.

Hasta el siglo XVIII, el sistema se mantuvo casi inalterado y en el siglo XIX se llevan a cabo intervenciones que transforman la configuración del sistema. A día de hoy, la Font de la Vila sigue abasteciendo Palma aunque en un porcentaje mínimo y mana agua durante casi todo el año.