La fachada del cine Iris. | Pere Bota

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El edificio del cine Iris lleva en pie ochenta años, durante todo este tiempo ha pasado por varias etapas. Primero fue un cine, muy popular en los 60, luego pasó a ser un lugar abandonado, ideal para okupas e indigentes, y ahora puede que vuelva a renacer como un espacio social, si Cort consigue comprárselo a la SAREB tras haber salido a subasta.

Su origen se remonta al 9 de abril de 1944, cuando se inauguró oficialmente con la proyección de las películas ‘Mujer sin rumbo' y ‘Laurel y Hardy en el Oeste'. Al principio no tuvo mucho éxito como sala de cine, por lo que se usaba simultáneamente como sala de bailes. No había transcurrido ni una temporada cuando el cine cerró y solo se siguió usando para los bailes. Sin embargo, Andrés Bordoy, empresario de los cines Rialto y Moderno, se interesó por él e impulsó que tuviera un nuevo comienzo. Tras varias reformas y mejoras en la sala se produjo el milagro: el público se empezó a interesar. Así echó a andar un cine en el que se proyectaron clásicos como ‘Casablanca', ‘Los tres mosqueteros', ‘Mujercitas' o ‘Las minas del Rey Salomón'.

Quetglas y otros empleados dentro del cine durante una celebración.

Toni Quetglas, antiguo empleado del cine, recuerda bien como fue su época dorada, ya que empezó a trabajar en el Iris en los 50 con 15 años: «Yo empecé colocando los carteles que se ponían dentro del cine para anunciar las sesiones de la semana», narra. «No cobraba un duro, pero mis padres y yo teníamos la entrada gratis», apunta. «Después fui escalando, hasta llegar a ser el encargado de éste y del Palau Cinema».

«Tenía unas 500 butacas. Iba mucha gente, porque en aquel tiempo no había televisión. Se hacían tres sesiones continuas, pero después de la primera hora ya no había sitio. Hubo una temporada en que la gente veía las películas de pie, sobre todo cuando poníamos españolas de Manolo Escobar y Sara Montiel», rememora. «Recuerdo una que tuvo mucho éxito: ‘El pescador de coplas' de Antonio Molina. Fue la película que más veces se programó en este cine», asegura.

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Toni Quetglas, antiguo empleado del cine, sosteniendo un cartel.

Pese a los recuerdos de Quetglas, el presente del edificio es más agridulce. De un tiempo a esta parte está abandonado y en muy mal estado. Recientemente el inmueble salía a subasta y es ahí donde el colegio adyacente el CEIP Es Vivero ha visto su oportunidad. La directora del centro escolar, Aina Capó, explica que tienen dificultades de espacio: «Estamos muy reducidos, no podemos atender a todos los alumnos y damos clase incluso en los pasillos». «Si se rehabilitara el antiguo cine, se podría utilizar como espacio educativo», señala.

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La directora del CEIP Es Vivero, Aina Capó. Foto: ALEJANDRO SEPÚLVEDA

Esta idea cuenta con el beneplácito de todo el vecindario: «Llevamos años reivindicando que el espacio sea para el colegio», dice el presidente de la asociación de vecinos del barrio, Rafael García. «Hace 20 años que los antiguos directores empezaron a reivindicar que se adquiriera el cine, ya que las paredes del patio dan directamente a las del cine y se van cayendo a cachos» subraya Capó. «El año pasado nos pusieron una red protectora para evitar que se cayeran las piedras sobre la cabeza de algún niño», añade.

En su afán por conseguir cambios, Capó se reunió hace una semana con el regidor del área de Urbanisme, Óscar Fidalgo. En el encuentro se determinó tomar cartas en el asunto, por lo que el colegio ha hecho un borrador para que la regiduría elabore un informe que enviará a la SAREB, firmado por ambas partes, en el que se expone la situación del centro educativo.