Las terrazas en calle de la Fàbrica. | Lucía Cortés

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«La calle de la Fàbrica es una terraza, tras otra, y otra, y otra», cuenta una vecina de la Associació Barri Cívic de Santa Catalina i Es Jonquet. La agrupación de vecinos se dedica reivindicar los derechos básicos de los residentes, peatones y visitantes civilizados, «no son caprichos», indica su presidenta. Según recuerdan sus vecinos, Santa Catalina siempre ha sido un barrio residencial, que recientemente se ha visto dominado por bares, terrazas y restaurantes. En estos momentos, la asociación tiene un frente abierto con los locales que incumplen normativas.

Además, denuncia que las sombrillas de los establecimientos no respetan los tres metros de separación si están abiertos. Como consecuencia, los servicios de emergencia, en caso de tener que pasar, se verían en una situación de bloqueo por las instalaciones de la hostelería. Por ello, «pedimos que se reduzca el espacio de ocupación de las terrazas en proporción a la calle», explica la ciudadana. «Lo poco público que queda en la calle, este banco, y mira lo sucio que está», se lamenta la presidenta de la asociación.

Uno de los poco bancos para sentarse en calle de la Fàbrica.

La presidenta trata de enumerar los motivos por los que se enfrentan a los establecimientos de ocio: exceso de ocupación, de ruido, por no trabajar acorde a su licencia, por incumplimiento de horario, incivismo… Desde la asociación trata de denunciar estos casos, los vecinos piden que «los restauradores cumplan la ordenanza a rajatabla», explica. Ya que, su motivación es lograr una buena convivencia entre los restauradores que actúan con respeto y los vecinos. Asimismo, ruegan a los cuerpos de seguridad que actúen con más contundencia, especialmente en las noches del fin de semana.

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«A partir de las ochos de la tarde, es imposible pensar que alguien pueda estar arriba descansando, leyendo, escuchando música…», se lamenta la vecina del barrio de Santa Catalina. La calle de la Fàbrica en su origen era un eje cívico, pero el problema se dio en la práctica, según explica, «cuando se hizo peatonal sin acompañarla de un plan de uso específico». La presidenta detalla la situación de muchos vecinos, cansados del ruido que les impide realizar sus vidas, es cuestión de tiempo que deciden abandonar la zona. Sus hogares se reconvierten en pisos destinados al alquiler turístico y «esto alimenta a la bola de nieve».

La campaña vecinal a favor del silencio y el civismo.

Alrededor de cien personas están involucradas detrás de la creciente Associació Barri Cívic. «Echamos de menos otro tipo de ocio en el barrio, solo encuentras cervezas, cócteles o cenas», señala una de las vecinas. Ella misma, explica que la barriada es residencial por las mañanas hasta que llega la hora de «la marcha y la noche», especialmente en la calle de Sant Magí y la Fàbrica, donde se ubican algunos locales conflictivos. «No hay que olvidar que somos un barrio residencial, no es un polígono de ocio ni un decorado de cartón piedra», recuerda la presidenta de la asociación.

«Antes era esporádico, pero llegados al punto donde hay un local al lado de otro, tenemos que retomar el sentido común», cuenta la asociada, que subraya que el comercio nocturno no encaja con el perfil de residentes del barrio. A pesar de que el Ajuntament se muestra receptivo, en el día a día, los vecinos se lamentan de que cambian pocas cosas aunque estén en su mano. Asimismo, echan en falta más control de licencias, especialmente por estar sujetos al plan urbanístico de protección especial.

La imagen recrea la vida en Santa Catalina en el pasado.

En cuanto a la suciedad en las calles, «el problema, más que del que limpia, es de los que ensucian», señalan los residentes afectados. La agrupación, en un acto de reivindicación, ha pintado un mural en la fachada de una planta baja frente a una discoteca en la Plaça del Vapor. La imagen refleja escenas del modelo de barrio tradicional, muestra su estilo de vida tranquilo y familiar, destacando el respeto intergeneracional. «Los fines de semana se patean los derechos de la gente que vive aquí», se lamenta la presidenta. Además, están orgullosos del alcance que ha tenido su campaña ‘Silenci, Respecte, Civisme’, y que las pancartas sigan colgadas en los balcones de sus calles.