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MARIA VAZQUEZ Las nuevas farolas instaladas en la plaza de Sóller, con motivo de las obras de embellecimiento, han despertado multitud de opiniones, aunque la mayoría se ha expresado de forma crítica. ha realizado un pequeño sondeo y quienes se muestran contrarios al diseño vanguardista superan con creces a los que están contentos con los nuevos puntos de luz.

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Xisco Miquel, un joven de 18 años estudiante de informática, considera que «las farolas deberían estar en más consonancia con el estilo de siempre de un lugar emblemático. La plaza no se merece esto». Margarita López, dependienta del estanco, se manifiesta en la misma línea: «No mes gustan las nuevas farolas, me recuerdan al tapón de las botellas del Tío Pepe. Además, desentonan con el entorno».

Algunos encuestados apuntan a la reforma global, como Jaume Celià, un jubilado que opina que las farolas «tienen poca luz y rompen la estética. Además, en la plaza hay demasiada piedra y pocos espacios verdes». Del mismo modo se expresó la responsable de la pastelería «La Larareña»: «No me gustan las farolas ni el entorno. Con los 75 millones del proyecto y los 2 millones que cuestan las farolas podían haberse lucido un poco más y diseñar un proyecto más adecuado a la plaza, que será una sauna en verano y una nevera en invierno».