Más de cien piezas de un siglo de antigüedad fueron vendidas a precios simbólicos

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ELENA BALLESTEROS Aunque el Ajuntament anunciaba la subasta de los muebles de Can Tugores como una venta de enseres sin valor, el pueblo acogió el mercadillo con un enorme entusiasmo y en sólo dos horas se agotó el centenar de piezas que se habían puesto a la venta. El propio alcalde, Josep Gomila, fue el encargado de dirigir las ventas. En algunos casos se multiplicó por diez el precio de salida. Había de todo. Mesas, sillas, baúles, hamacas, mecedoras, vajillas, e incluso piezas inservibles de metal, pero la euforia popular de la pujanza se fue extendiendo.

Las piezas más insospechadas, restos de unas pinzas para el fuego, por ejemplo, duraron apenas unos minutos en manos del alcalde. En Ajuntament anunció a principios de semana la venta de todos los enseres que ocupaban el casal de Son Tugores, cuyas obras de restauración han obligado a su desalojo. Las casas serán convertidas en un gran centro social. Con la subasta, el Ajuntament daba opción al pueblo de hacerse con parte de la historia del inmueble al tiempo que recaudaba fondos para la construcción del denominado parque infantil de Son Tugores.

Los objetos más baratos, trozos de metal y vajillas incompletas principalmente, fueron de venta directa. La pieza más barata costaba 75 pesetas y eran los restos de un atizador para el fuego. Un armario de madera con precio de salida de 25.000 pesetas fue la pieza más cara y se vendió por 29.500 pesetas. Sillas a 2.000 pesetas, baúles por 15.000... las cifras se fueron sumando y superaron con creces la recaudación prevista.