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TOMEU GARCIES El precio de las verduras en toda la Isla ha comenzado a dispararse las últimas semanas de forma considerable, a causa de la escasa producción existente. El temporal del pasado noviembre y las más recientes heladas han destrozado la mayoría de los cultivos hortícolas y ha castigado de forma especial la marjal poblera. Esta situación ha derivado en una alarmante falta de productos frescos en el mercado y, como resultado, el alza de los precios.

La cooperativa Illacamp, principal productor de verduras de sa Pobla, ha perdido el 90% de la producción en muchos de sus huertos. Su presidente, Gabriel Crespí, ha advertido que productos como las acelgas o las espinacas pueden duplicar su precio respecto el año pasado por estas fechas. Así, un manojo de acelgas puede llegar a las 120 pesetas (0'72 euros) cuando antes se pagaban entre 50 y 60. Illacamp suele suministrar a la mayor parte de los bares, restaurantes y panaderías de Sa Pobla donde se venden espinagades.

Crespí dice que tendrá problemas para cubrir toda la demanda por lo que deberá recurrir a la compra de producción procedente de la Península. Y es que el problema de demanda aún es mas grave ya que muchas familias que cultivan verdura en sus huertos también se han visto afectadas por las inclemencias metereológicas. Ello obliga a comprar los productos. Crespí explica que la tormenta dañó las plantas hasta el punto que se pudieron salvar muy pocas que después no han podido acabar de crecer a causa del frío.

Las «espinagades», más caras
El encarecimiento de los precios de las verduras coincide y no por casualidad con uno de los momentos de mayor demanda. La cercanía de las fiestas de Sant Antoni pone en marcha la maquinaria para producir uno de los manjares por excelencia en Sa Pobla, las «espinagades». Este año comprar uno de estos productos culinarios puede convertirse en un lujo para los bolsillos y no precisamente por el dichoso redondeo derivado del euro. Acelgas, perejil, puerro y espinacas son la materia prima indispensable que se utiliza y que resultará mucho más cara a los restaurantes y comercios. Esta circunstancia puede redundar en un incremento nada despreciable de los precios de venta al consumidor.