Momento en que el Dimoni Major rompe las jarras que portan los payeses y representan su virtud. Foto: PERE BOTA

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LUIS PLANAS La conocida como «la procesión más típica de Mallorca», la de la Beata en Santa Margalida, congregó ayer noche a centenares de personas venidas de toda la Isla. Los habitantes de Santa Margalida vivieron la procesión un año más con especial devoción. A las ocho de la tarde, una hora antes del comienzo y a pesar de que la lluvia amenazaba la celebración del acto, las calles del pueblo ya estaban repletas de gente que esperaba la tradicional representación de la lucha entre el Bien y el Mal, encarnados por la Beata Santa Catalina Thomàs y los demonios.

El presidente Francesc Antich; los consellers Celestí Alomar, Príam Villalonga y Francesc Quetglas; el conseller d'Obres Públiques del Consell, Antoni Pascual, y varios alcaldes de la zona acompañaron en la tribuna de autoridades al alcalde de la Vila, Antoni del Olmo.

La responsabilidad de representar a la Beata Major recayó este año en Àgueda María Llinàs, una joven vilera de 18 años. Desde hace cinco años el papel del Dimoni Major lo representa Joan Bauçà, hijo del que lo hiciera durante muchos años.

La procesión de la Beata reproduce diferentes pasajes de la vida de Santa Catalina Thomàs mediante un espectacular desfile de carrozas en el que los dimonis y los payeses son los protagonistas.

Intercaladas entre las carrozas y las bandas de música, las parejas de payeses portaban las jarras que representan la virtud de la Beata y que habían recogido momentos antes en la iglesia parroquial.

Un grupo de unos 40 dimonis les perseguía durante la procesión, y después de una reñida «pelea», les quitaban las jarras para llevárselas al Dimoni Major, encargado de romperlas ante la mirada de la santa de Valldemossa, que resistía así la tentación. Este el momento de más expectación de la procesión, una peculiar y ancestral representación con la que los habitantes de la Vila muestran su devoción a la Beata.